lunes, 30 de noviembre de 2015

ELEGÍA DE LA TIERRA (poema ecológico) Juan Josè Bocaranda E


ELEGÍA DE LA TIERRA   (poema ecológico)
Juan Josè Bocaranda E

Por culpa del sable que parlotea y sonríe
nuestra esfera de luz será un zapato mustio
que claudica sin pie sobre polvo de estrellas.

Nuestra gota de leche sideral está muriendo,
nuestra gota de luz
se nos muere en el agua,
se nos muere en el aire,
se nos muere en las aves,
se nos muere en los árboles.

Entes encapuchados de ceniza y lodo
vierten en los labios de la tierra
saliva de ponzoñas
diariamente.
Agitan en las garras carbones venenosos
y los pájaros huyen como flechas inversas
y los peces declinan como las hojas secas.
La muerte da un hachazo en cada esquina
y por cada postigo asoma un hueso
y por cada lata herrumbrosa muere un pez.

Por las costas avanza un aguijón negro
de aceite y detergentes.
Y en las playas del mundo, sobre arenas de herrumbre
agonizan los mares entre espumas de azufre.
Las fábricas disparan su impunidad monóxida
y el fuego desboca sus dientes por los bosques.

Los limones se incendian como bombillos rojos
el envés de las hojas crepuscula en eclipses
las coníferas gimen, se desgajan y mueren
el parénquima se hincha, se cancera y perece,
y por cada mosca mísera que mata el fumigante
se desangra la vida.

Por culpa del sable que parlotea  y sonríe
nuestra esfera de luz será un zapato mustio
que claudica sin pie sobre polvo de estrellas.


lunes, 23 de noviembre de 2015

EL RECURSO DE APELACIÓN POR CAUSA MORAL EN MATERIA CIVIL Juan Josè Bocaranda E




EL RECURSO DE APELACIÓN POR CAUSA MORAL EN MATERIA CIVIL
Juan Josè Bocaranda E

Con base en el Principio Ètico ínsito en todo ordenamiento jurídico que establezca los derechos humanos, es posible interponer el Recurso de Apelaciòn en materia civil, por causa moral. Màs aun cuando, como en el caso de Venezuela, la Constituciòn Nacional contempla (Artìculo 2º) la existencia del Principio Ètico, que viene a ser, en todo caso, la norma fundamental de todo el sistema legal, debido a su dignidad axiolìgica superior.
Por consiguiente, admítanse o no los planteamientos de la Ius-ètica, y aun cuando se tilde de loco o se signe de estúpido a su autor, en todo caso, aun dentro de la esfera del Derecho tradicional es procedente aquella propuesta de la Apelaciòn, por las razones que acabamos de expresar y porque el Principio Ètico es la expresión del fundamento profundo de los derechos humanos: la Ley Moral, explicación justificadora de la dignidad humana, razón de ser de estos derechos.

Constituirìa, pues, una torpeza evidente, que el abogado no hiciese uso de esta posibilidad, que corta de raíz toda discusión de Derecho, ya que la Moral tiene la  última palabra (o debería tener la última palabra) en todo proceso judicial. Proceso donde queda en pie la responsabilidad moral del Juez, quien no debe precipitarse a rechazar sin una detenida reflexión.
La Apelaciòn Moral forma parte del Sistema Ius-ètico Adjetivo, integrado por Acciones y Recursos paralelos, desde el punto de vista Moral, a las Acciones y Recursos Jurìdicos tradicionales, llamados a cooperar en la aplicación del Principio Ètico por vìa de una analogía adjetiva.
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En materia civil se da apelación de toda sentencia definitiva dictada en Primera Instancia, "salvo disposición especial en contrario".
Ahora bien, cuando se trata del Principio Ético, procede el recurso de Apelación por causa moral, sin excepción alguna, pues ante la Ley Moral to­dos los casos son iguales en cuanto a su naturaleza ética, pues emanan de una acto humano consciente y libre. Por esta razón, no pueden interferir asuntos de cuantía, ni limitaciones o pretextos de cualquier otra índole.
Lo mismo cabe decir respecto a la apelación contra sentencias interlocu-torias, casos en los cuales procede el Recurso de Apelación por causa moral aunque no se haya producido gravamen jurídicamente irreparable.
Por supuesto, no opera la condición de la admisibilidad del Recurso, pues la Moral no acepta restricciones. Tampoco procede aplicar la regla de que no puede apelar aquél a quien se haya concedido todo lo pedido, pues lo jurídico, concedido o no, no debe interferir con el reclamo de la Ley Moral.
El Tribunal de alzada se limita a establecer si la sentencia fue viciada por la violación del Principio Ético y a devolver el Expediente al Tribunal de Primera Instancia para que se dicte nueva sentencia, acatando, esta vez, el Principio Ètico.
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Respecto a la cuestión específica de las causales de nulidad de la sentencia, hemos de afirmar que la violación del Principio Ético basta, por sí sola, como fundamento del Recurso de Apelación, aunque ninguna otra de las causales se configure. Es decir, la sentencia puede haber resultado "jurídicamente impecable", no obstante lo cual el perjudicado puede estar en condiciones de probar que el Juez incurrió, de una o otra forma, en el quebrantamiento del Principio Ético.
También puede suceder que alguno de los vicios haya sido consecuencia de la infracción de los valores éticos y de los principios morales, por irrectitud de intención o mala fe del funcionario.

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Para finalizar: el eminente matemático norteamericano Norbert Wiener,  creador de la Cibernètica, definió el Derecho como “el gran regulador”.
Pues bien: preguntamos nosotros: ¿Es lógico que cambie lo regulado pero no el regulador, cuando es èste el que debe ir a la vanguardia?
Es una verdad archirrepetida que todo està cambiando en el Mundo. ¿Es lógico que cambie el contenido, pero no el continente, (en este caso el Derecho?



miércoles, 18 de noviembre de 2015

NOCUENTO “DAIMONÌACO” LA MONJA BARBUDA Juan Josè Bocaranda E





NOCUENTO “DAIMONÌACO
LA MONJA BARBUDA
Juan Josè Bocaranda E

Me lo dijo mi abuelo, (que en paz descanse)¨:

“Uno de los motivos de mi alejamiento de la religión fue, especialmente, el mal trato que recibì de las monjas cuando, siendo muy niño y también huérfano, estuve interno en una institución de caridad, en un pueblo de España de cuyo nombre no me da la perra  acordarme...
Y no exagero –prosiguiò- Habrá, sin duda, quienes las defiendan, por tratarse de mujeres y, además, “consagradas a Dios”, por lo que presumen en ellas un comportamiento verdaderamente cristiano, amabilidad, generosidad, compasión, humildad y, sobre todo caridad. La caridad que tanto cantan y predican.  Pero, ¿es acaso caritativa una mujer que consagra su vida a un enfado permanente, como si màs bien le tuviese rabia al prójimo; atenaceada, además, por la envidia e infactada por otras diabólicas malquerencias y quien por eso mismo realiza los actos sin convencimiento cristiano, de mala gana, como una presidiaria?
Ni siquiera practican la caridad entre ellas mismas…Una vez presencié cómo, mientras caía sobre la ciudad un aguacero diluvial, una monja de la congregación de las “Santas Hermanas del Desamparado”, solicitó a la monja de la porterìa de la congregación “Hermanas Beatíficas de los Tormentos Divinos”, que le permitiera  protegerse de la lluvia. Pero le negó entrada, y de mala manera. La solicitante quedó fuera y terminò empapada.
En el orfanato conocí a “la hermana “Elodia”. La llamábamos “la barbuda”. Porque traslucía a nuestros ojos infantiles un aura amenazadora que nos llenaba de pavor, y que nos recordaba al “ogro” de Blasco Ibàñez, pero sin pantalones…creo…Malencarada,
de mirada odiosa, de hablar martilleante y de respuestas como de cuchillos.
Una tarde de diciembre, en la víspera de la Nochebuena, exactamente, nos hicieron formar dos filas. Una gran panadería había hecho un donativo especial para nosotros los reclusos…Pan y mortadela…
A un lado, la hermana Fonchurria, quien descargaba sus frustraciones contra nosotros, desatando  con poco recato, gruesas groserìas importadas de La Toscana; del otro lado, la hermana Elodia. Cada una sostenía una enorme bandeja cargada con una montaña sànguches, de los cuales yo tomè dos,  porque era doble el hambre que sentía. De inmediato, Elodia lanzó un grito que rompió los pocos cristales que quedaban en las ventanas del instituto.
-¡Eeeeeeyyyyy! ¡PardieZ! ¡Bandido, mentecato, ladronZuelo! ¡Es uno solo, ¿y tú tomaste dos?. En el infierno te atragantará Satanás con panes de hierro fundido…
Yo, con la mayor humildad y resignado a quedar con la mitad del hambre, coloqué sobre el cerro de panes el que había “usurpado” tan pecaminosamente…Pero… pero… no  había dado ni siquiera dos pasos cortos cuando a mis espaldas se desmoronó  una montaña: me volví a mirar què habìa ocurrido. ¡Todos, absolutamente todos los sànguches amontonados sobre el suelo! …Fue como si alguien le hubiera propinado una formidable patada a la bandeja que sostenía mi amiga. Y ella, la santa monja, por supuesto, temblando, temblando, con los ojos exorbitados, como de diabla purgada con  con agua bendita…
¡Ah! ¡Claro que sí! Lo recordè de inmediato y le dì las gracias mentalmente: una vez màs, como en muchas otras ocasiones, mi daimon había venido a desatar su venganza por mì. Sì. Mi daimon, mi “demonio” protector. Porque yo también tengo uno como lo tuvo  Sòcrates, aunque mucho menos sabio, seguramente…” Èl me acompaña a todas partes, de dìa y de noche, y me protege y hace los desquites por mí… Por eso los enemigos que se me cruzaron por los andurriales de la vida durante sesenta años, en las màs diversas circunstancias, jamàs pudieron conmigo. Lo intentaron de mil maneras. Pero, no pudieron, no pudieron, como tampoco pudo la monja barbuda…”

domingo, 15 de noviembre de 2015

NOCUENTO AMABLE. EL COMPRESOR Juan Josè Bocaranda E



NOCUENTO AMABLE.
EL COMPRESOR

Juan Josè Boc
Un lisiado, apoyado en dos muletas, no hallaba cómo bajar del carro un pesado compresor. Además, era necesario subirlo hasta el séptimo piso, donde vivía. Debía tomarse en cuenta, también, que el edificio carecía de ascensor.
El sujeto tenía dos hijos maduros. Pero, eran extremadamente flojos, irresponsables, descarados y vividores, Dormían hasta el medio día y regresaban borrachos por la noche. de manera que no podía contar con ellos en ningún momento o circunstancia. Carecía de carácter suficiente para enfrentar esta situación, imponiendo orden en el hogar, tanto más cuanto la mujer era casquivana, irresponsable y aprovechadora, pues sus padres y sus hermanos se beneficiaban, de una forma u otra, de los ingresos que obtenía el cojo con gran esfuerzo.
Esa tarde un vecino – llamémoslo Amabilis- que llegaba en ese momento en su vehículo, tuvo compasión del cojo y se acercó para ayudarle.
-¡Buenas tardes!
-(Nada, como si estuviera saludando a un morrocoy).
-¿Quiere que lo ayude a bajar el compresor?
-Pues ¿què màs?
Amabilis saca el aparato de la maleta del carro y lo coloca sobre el piso, dispuesto a marcharse.
El cojo:
-¡Oiga! ¿Acaso piensa dejarme así? ¿Qué se cree? ¿No ve que tengo que llevar el compresor hasta el piso 7, donde vivo?
-¡Ah! ¡Disculpe!
-En adelante cumpla con su deber para que no tenga que disculparse.
Y Amábilis, esforzándose más que  San Pujón, le lleva el compresor escalón por escalón y piso a piso.
-¡Aquí es! ¡Espere que abra la puerta para que lo coloque en el depósito!.
Así lo hace el amable vecino...
Cuando Amabilis va bajando el primer tramo de la escalera, en dirección a su casa, el cojo le grita desde la puerta:
-¡Tiene que estar aquí a las 6.30 de la mañana, para que baje el compresor!. No se haga esperar. Odio a la gente que no es puntual.
Al día siguiente el cojo se quedó esperando al señor Amábilis. Como era de suponer, se comió las muletas. Pero, eso no se quedaría así…¿Qué estaba creyendo ese irresponsable?.
En horas de la noche, Amábilis escuchó unos troconazos contra la puerta de su apartamento. Era el cojo. Airado, le gritó de tal forma que otros vecinos salieron a ver qué estaba ocurriendo.
-¿Por qué me dejó esperándolo? ¿No le advertí que soy adicto a la puntualidad?. Por culpa suya no fui a trabajar hoy. Que no vuelva a ocurrir. Mañana a las 6.30 de la mañana debe estar bajando el compresor. Si no, sabrà quièn son yo…
Y se aleja, rezongando en voz alta:
-¡Cómo está el mundo! Uno les da la oportunidad de servir de algo,  y  no agradecen. 
aranda E