sábado, 8 de agosto de 2015

Aquì cabe de todo LA PRESUNCIÒN DE DIGNIDAD Juan Josè Bocaranda E


Aquì cabe de todo
LA PRESUNCIÒN DE DIGNIDAD
Juan Josè Bocaranda E
Creemos no estar exagerando cuando afirmamos que el Mundo està cayendo, cada vez màs, al nivel de su propia destrucción. Los hechos cotidianos lo evidencian: el desprecio hacia los valores espirituales y morales; la apología del crimen; la prèdica diaria de la violencia contra la razón; las lecciones permanentes de una televisión podrida; el incremento de la crueldad; la generación de armas cada vez màs destructivas; la preparación acelerada de los “robots guerreros”, para una destrucción màs inhumana y radical; la voracidad de las grandes (pre)potencias; la indolencia respecto al mal ajeno; los abusos de las empresas  farmacéuticas; la ausencia creciente de la compasión; la muerte de la generosidad; la búsqueda del confort aun con menoscabo de los màs altos valores; la distorsión de la naturaleza en los màs diversos aspectos; los peligros reales de la manipulación ciega  de la genética; la ceguera de  los  “científicos” que a cuenta de tales se creen superiores a la verdad; el aumento del consumo de drogas y la constante creación de otras cada vez màs demenciales; y el descaro de los malvivientes y asesinos que, cuando los aprehende la autoridad, exigen el respeto de “sus” derechos,  contradictoriamente violados por  ellos, en forma permanente…
En fin, son tales los hechos y las circunstancias de crueldad y de “in-humanidad”, que nos vemos obligados a revisar algunos “principios”, como aquèl que se refiere a la dignidad humana.
Se ha dicho, en efecto, que el ser humano  merece respeto porque es digno de ello, de por sì, por obra de su propia naturaleza: basta que se trate de un ser “humano”, para que todos debamos reconcerle sus derechos, sin condiciones.
Sin embargo, cuando confrontamos el principio de la dignidad humana con los hechos cotidianos ya enumerados, hemos de llegar a la conclusión de que ese principio debe operar a manera de una presunción y no de un paràmetro fijo, inexorable.
A nuestro modo de ver, vistas aquellas circunstancias negativas, el principio de la dignidad humana  quedarìa asì, por lo menos en cuanto atañe a nuestra propia convicción: “SE PRESUME QUE TODO SER HUMANO MERECE RESPETO EN LA MEDIDA EN QUE ÈL MISMO REALICE SU DIGNIDAD. Y REALIZA SU DIGNIDAD EN LA MEDIDA EN QUE DEMUESTRE QUE ÈL, A SU VEZ, RESPETA LA DIGNIDAD DE LOS DEMÁS”.
Conforme a este “principio revisado”, un sujeto que se dedica  a violar los derechos humanos, se torna indigno de que se le respeten los suyos”, pues en realidad no los tiene: los ha perdido justamente por perpetrar hechos contrarios a la dignidad de los demás. En otras palabras: CUANDO UNA PERSONA SE DEDICA AL MAL, AL CRIMEN, ESTÀ RENUNCIANDO, IMPLÍCITAMENTE, A LA DIGNIDAD DE LA QUE ES DUEÑO SÒLO “EN PRINCIPIO”.
Un corolario inevitable de esta revisión es el siguiente: desde un punto de vista profundo, moral, sòlo pueden reclamar el respeto de sus derechos humanos, las personas que hayan alimentado ese núcleo presuntivo, mediante un comportamiento idóneo, es decir, manifestando respeto por los derechos de los demás.
Es indignante –por decir lo menos- que un bandido, cuando està en manos de la autoridad, reclame a su favor el respeto de los derechos humanos, toda vez que  ha perdido ese derecho por violentar la dignidad de los demás.
Ninguna filosofía, por màs “humanista” que pretenda ser, tiene derecho a imponer a la sociedad que reconozca la dignidad humana y respete los derechos humanos de quien, por obra de una interpretación blandengue, volverá a las calles a proseguir sus obras nefandas: ningún filòsofo ultrasensible, ningún defensor asalariado de los derechos humanos, ningún “especialista” de la dignidad humana,  puede pretender que la sociedad actùe en forma estúpida otorgando la libertad y mimos a quien la maltrata.
Los señores jueces, en vez de ceñirse maquinal e inconscientemente, a secas, al principio de la dignidad humana, deben revisar los hechos con base en las pruebas para  establecer si el procesado es “digno de la dignidad”