EL
LIBRO HECHO DE LUZ.
CUENTOS
DE LA TROJA.
Juan José Bocaranda E
Me sumergía en mis
pensamientos cuando un anciano se sentó en el mismo banco del parque donde yo
estaba. Apenas lo hizo comenzó a decirme, sin preámbulo alguno, como si se
tratase de reanudar una conversación entre viejos conocidos:
“Trabajé durante
treinta años en la administración pública. Ahora estoy jubilado. Mis tres hijos
constituyeron sus hogares y vivo sólo con mi esposa. Tengo tiempo de sobra para
pensar y me resulta inevitable remitirme al pasado, aunque no falta quien diga
que uno no debe pensar en el ayer porque ya pasó ni el futuro porque no ha
llegado. Pero para mí los tres tiempos son importantes. Porque del pasado
debemos extraer experiencias para el presente, que será futuro”.
Tomó un breve
descanso. Luego agregó:
“Pensando en el
pasado, he levantado un inventario de las personas que conocí, algunas de las
cuales viven aún. Como en el Evangelio, he colocado algunos pocos a mi derecha,
porque me traen buenos recuerdos, y la inmensa mayoría a mi lado izquierdo. Y
hasta he llegado a construir en mi mente dos libros: un libro hecho de luz, en
el que merecen estar aquellas personas que, vivas o muertas, me resultaron
espiritual o moralmente beneficiosas, y un libro negro, escrito con las sombras
de quienes me causaron el mal o trataron de hacerlo.
La razón
fundamental que me conduce al libro de
luz, es la amistad sincera. La razón de ser del libro de las sombras es la
traición, que implica egoísmo, odio y envidia.
Cuando, recostado
sobre mi “almohada filosofal” tardo en coger el sueño, o cuando me desvelo, repaso la lista de la luz, tomando en cuenta
el rasgo esencial de cada hecho, es decir, del motivo esencial de los buenos
recuerdos. Llego a la conclusión de que me agradaría sobremanera reencontrarme
con esos amigos para dar calor a la amistad
y complacerme en el hecho de que estoy recibiendo de ellos un beneficio
indescriptible moral o espiritual, como ya dije. Y ello me resulta tanto más
deseable cuanto veo la calidad moral de quienes ahora nos rodean: seres que se
creen humanos, pero saturados de egoísmo, malas intenciones y el deseo de sacar
el mayor provecho material o pecuniario a los demás, con una voracidad propia
de tiempos tenebrosos.
En medio de mi
fantasía, según se me califique, supongo que algún día, en ese mar del misterio
que es la vida aquí o en el más allá, volveré a encontrarme con esas personas
–hombres o mujeres- que me traen los buenos recuerdos y que por ello merecen,
en lo que a mí toca, formar parte de mi libro hecho de luz.”
De pronto dejó de
hablar y desapareció sin despedirse ni esperar respuesta. Sin embargo, no me
sorprendí porque en realidad el anciano
era yo mismo, inmerso en las profundidades de mi yo, donde vibra la razón o se
agita la locura.