PASAJES SIN DESTINO
UN DESANECDOTARIO CARENTE DE IMPORTANCIA
Juan José Bocaranda E
Comienzo por las advertencias siguientes:
1.Escribo sin modestia alguna en primera persona, para
que quienes quieran entender –si es que tienen buena voluntad y mejores
intenciones- entiendan que estas líneas, así como los libros publicados por mí,
han sido escritos sin participación alguna –ni siquiera mínima- de otra u otras
personas. Y lo escribo en primera persona porque no han faltado quienes, al ver
cómo he usado el pronombre en plural, han querido suponer que la obra ha sido
escrita por otras personas y apenas con mi colaboración.
2.Estos “pasajes” no abrigan otra finalidad sino la de sentar en letras los recuerdos de
experiencias diversas que me ha tocado vivir y que por ello mismo sólo me interesan en
lo personal. No obedecen primariamente al deseo de publicarlos sino al de abrirme puertas, con satisfacción, al derecho de la libre expresión del
pensamiento; e, igualmente, para conocerme mejor puesto que cuando el ser
humano da salida a sus pensamientos y los plasma por escrito, halla en éste una
fuente de reflexión respecto a sí mismo. Por lo menos así lo considero yo...
Sí. Sólo para eso escribo. Lo cual es mucho en la
medida en que se valore la libertad. Porque nada es más asfixiante y mortal que la mordaza. La libertad de
expresarse prevalece incluso sobre el derecho a comer, si se tiene en cuenta
que para la libertad de expresión, para decir y gritar y reclamar, se requiere
dignidad, mientras que para comer, los primeros que lo hacen, y mejor, son los
que carecen de dignidad pues venden la conciencia a cambio de la pitanza.
El asentamiento de estas experiencias no tiene carácter
cronológico, pues no es historia sino vivencia. Vienen, desde mi niñez hasta el
presente, en forma desordenada, a
impulsos de la espontaneidad. Los recuerdos son antojadizos e imprevistos.
Vuelan de rama en rama o de un árbol a otro, e incluso de un bosque a otro, si
es que no emigran a otro continente, como
los pájaros.
Los llamo
desanecdotarios, porque quiero adelantarme a mis detractores, es decir, a mis enemigos –numerosos y gratuitos- quienes
seguramente cuchichearán que “eso” no merece
ser llamado anécdotas. Tal vez tengan razón. Pero las escribo, porque ¡eso
sí que no!: no podrán impedirlo...