TUS CALLOS ME DUELEN
Juan
José Bocaranda E
¿Puedo sentir el dolor de tus callos, si tus
callos son tus callos y míos los míos?
Los humanos hemos estado tan sumergidos en nuestros propios asuntos, que
tenemos la impresión de que en el mundo sólo existimos nosotros y nuestra propia circunstancia. Se trata de
una grave falta de consciencia, tanto peor cuanto nos resulta imposible ignorar
que también a las demás personas ocupan sus propios asuntos en circunstancias
también propias.
Si tener problemas y circunstancias es algo común
a todos los seres humanos, se trata de un hecho universal. Y si esto es así,
necesariamente estamos unidos, aunque no tengamos consciencia de ello o ni
siquiera lo admitamos. Nos vincula una
condición, una propiedad especial: el ser humanos.
Por esto, cuando vivimos en Caracas y nos
enteramos de que en San Cristóbal o en Bolívar ha muerto un niño consumido por
la mengua como un tallo calcinado por el sol; o un anciano fallece hundiéndose
en el remedo del estómago las uñas de la desesperación debido al hambre o a
falta médica; o un joven se extingue en
un charco de sangre en un callejón cualquiera de Maracay o Cumaná, sentimos el
dolor ajeno como si fuese nuestro. Y lo
sentimos por los niños que huyen de Siria y mueren en el mar. Y por quienes
perecen en una inundación o en una avalancha de los Andes. Y cuando tú padeces
del dolor de los callos, asumo el dolor de tus callos y también a mí me duelen.
¿Por qué? Porque somos humanos.
Ese lazo, esa red infinita e invisible,
espiritual, nos conjuga y nos hace uno. En medio de todo esto resulta
contradictorio que nos separe la
Religión, palabra que etimológicamente significa “estar religado a Dios”. Y si
una persona se siente religada a Dios, ¿por qué se “desliga” de las demás personas, cuando en el fondo se trata del
mismo Dios? El Dios de todas las Religiones, si buscan el bien y rechazan el
mal, es el mismo, aunque se le dé diferentes denominaciones según la religión,
la región o la cultura.
Así, pues, nos signa y determina el acento de un
denominador común, que es la dignidad humana, causa y razón de ser de la
solidaridad.
En adelante, cuando vayas a calzarte para ir a la
calle, acuérdate de sentir a través de
tus callos los callos de los demás. Pero, comienza por sentir el dolor de los
callos de tu mujer. Porque ella, por el solo hecho de serlo, merece tu amor y
comprensión. Más aun porque la mujer es
la flor más hermosa de todo lo creado, por lo que hasta por sus callos le debes
consideración y sentimiento, pues se los ha formado sirviéndote a ti y a los hijos. Mírale las manos: son tus callos...