EL FANTASMA DEL GENERAL PRISDEN. CUENTOS DE LA TROJA DOS.
Ni el brexit y ni siquiera el coronavirus lograron eclipsar entre las tradiciones del pueblo inglés, la del fantasma del General Prisden, héroe de la guerra contra Napoleón, quien aun dos siglos después hace de las suyas en el castillo de Brigidinamdem.
La historia del asunto del fantasma fue esta: una noche de Navidad, cuando Narciso Prisden, muy amante de las golosinas, tenía siete años, le fue negada rotundamente una chupeta de caramelo, chocolate y leche, por órdenes de su madre Lady Hilary.
Hilary, famosa exestrella del cine mudo, era enemiga a ultranza del dulce en horas de la noche, por “exacerbar la diabetes”, en opinión del cuerpo de hipocráticos que la orientaban y asistían, y la autoridad de los cuales ella jamás ponía en duda. El problema se tornaba mucho más grave porque las golosinas minarían los dientes del niño, que comenzaban a retoñar.
Se dice que Prisden jamás aceptó esta justificación. Antes por el contrario, estableció en él una fijación subconsciente tal, que ya anciano y retirado del Ejército de su Majestad, murió con sumo rencor contra la madre, convencido de que, habiendo sido un niño maltratado, debía vengarse exigiendo caramelos.
Fiel a esta idea malsana, se convirtió en espanto para causar alborotos y sembrar pánico todas las noches, en los pasillos, habitaciones, jardines y demás instalaciones del castillo, donde los empleados no tardaban en renunciar si es que no se suicidaban debido a los tormentos que les infligía el fantasma. Tormentos entre los cuales el más crispante de todos eran los gimoteos del General cuando reclamaba su chupeta en medio del arrastrar de hierros, el sacudir de puertas y ventanas, el chirriar de bisagras y el machacar de ollas, cacerolas y vajillas, entreverados por frecuentes pataletas de niveles infantiles.
Hemos de recordar que según informó la prensa, los herederos habían tenido que alquilar el castillo como hotel sin estrellas para poder cubrir los altos costos de mantenimiento, dada la antigüedad que lo arrastraba a la ruina.
Hoy el espíritu de la tradición se retroalimenta porque son dos los fantasmas que alteran la paz de la vetusta mansión. el espanto del General Prisden, quien anda con pasos marciales y cadencias y espetamientos propios de su profesión belicosa, y el de Hilary, que llora detrás del hijo implorando perdón.
Es tal el influjo de ambos personajes en la historia de Inglaterra, que su imagen se proyecta con luz propia por sobre el brexit y la pandemia, recordando las viejas glorias que algunos pretenden regresar a la era victoriana.