EL BRUJO QUE
CANONIZARON VIVO Y DRONES Y LADRONES. CUENTOS DE LA TROJA DOS. JUAN JOSÉ BOCARANDA
E.
EL BRUJO QUE
CANONIZARON VIVO
Lonsang, el brujo de
Zolinzóngale, del desierto de Atacama, solía convertirse en tornado de humo
para ordeñar las nubes y hacerlas llover. También sanaba a distancia, mas sólo
a quienes creían en esas cosas. Si alguien no se curaba era “única y
exclusivamente”, por falta de fe- solía decir- porque la fe no sólo mueve
montañas sino que también las crea. Si en el enfermo no hay receptividad de fe,
no hay sanación.
Igualmente manejaba
un arte muy particular: reconciliaba parejas haciéndolas olvidar violencias y contumelias aun en casos de muy vieja data.
Vivía con una mujer extraña,
de piel verdosa, como de lagartija, orejas puntiagudas, ojos redondos, negros y saltones, labio
leporino, lengua bífida y hablar extraño. Según se decía, se trataba de una
extraterrestre que le había sido entregada por “los verdes” -enemigos de “los
grises”- en los tiempos de Pedro de Valdivia. Como su nombre extraterrestre era
extravagante, Lonsang la llamaba
“Maritornes”.
Un día, viendo cómo la gente moría de hambre, hizo
llover huevos, panes y leche. Agradecido, el pueblo exigió que lo declararan
santo y el Vaticano lo canonizó en vida. Elevado a los altares, se le conoce
como “San Long”, patrono de los deshauciados por el hambre democrática o no.
Hoy, los adeptos le
rinden culto en un santuario escondido en algún rincón del desierto, visitado
únicamente por sus seguidores y discípulos, a quienes imparte sus enseñanzas
por guasap y otras redes sociales. Quienes no
sean adeptos, jamás dan con el
templo ni se benefician de los cursos.
Lonsang domina el guasapeo
desde hace miles de años porque -no
lo olvidemos- quienes trajeron a la Tierra esos trebejos fueron los
extraterrestres.
Unos sujetos que
todavía estaban purgando condena por ladrones, se abocaron a idear cómo ser más
eficientes que la policía. Algunos propusieron hacerse samuráis, para saltar de
techo en techo como los grillos o caminar por las paredes como en tierra llana.
Otros hablaron de la necesidad de tomar cursos con los mercenarios o con Boko
Haram. Otros dijeron que “simplemente”, sin tantos rollos, lo que se necesitaba
era armamento, del bueno eso sí, como ametralladoras, tanques y morteros. Porque el valor, que es lo más
importante, lo tenemos de sobra. Lo demás es pan por comer.
Finalmente el voto
mayoritario de los malandros se pronunció por el uso de drones.
Uno de ellos dijo:
-Qué bueno. La
combinación perfecta. Drones y ladrones.
Sin embargo, no hubo
necesidad de que los malandros, para poner en ejecución estos planes, salieran libres,
porque ya lo eran dentro de la prisión: los vigilantes eran presos de los
presos, pues los tenían sometidos a su voluntad.
Provistos los
malandros de drones, celulares y del uso de las redes sociales a pleno dar,
estuvieron en condiciones óptimas para realizar su cometido de atracar, robar y
dominar a control remoto. Todo resultó perfecto pues contribuyó al incremento
de la tranquilidad y de la paz social, que tanto se necesitaban.
No hay como combinar
sabiamente tecnología y buena voluntad- comentó un sabiondo gobernante,
cómplice oculto de los malandros.