CONTRA EL ABSURDO RECALCITRANTE
Juan José Bocaranda E
Cuanto más dura sea una roca, más se debe insistir.
Hasta que por fin salte en mil pedazos, debido a la dinamita de la historia...
Decimos esto a propósito de la cerrazón
recalcitrante de quienes se niegan a la verdad, en especial de quienes lo hacen
en las sombras del silencio perverso, de la ignorancia voluntaria, de la opción
por la mentira de todos aquellos que prefieren sacrificar lo obvio y lo
inegable, en aras de los intereses
creados, no obstante su presunta condición
de defensores públicos de la verdad y de
lo justo. Más aun, de los valores éticos, de los principios morales. Más
todavía, de su fanática concepción religiosa...
Nos referimos a quienes rechazan a priori y a ultranza, la posibilidad de que el Derecho y la Moral
marchen juntos, realmente conjugados, con una finalidad básica:
contribuir a la realización del Bien y de lo justo.
Desde que Kant se dedicó al estudio de las relaciones entre el Derecho y la Moral, muchos quisieron entender que el filósofo de Konigsberg había “decretado” una separación metafísica, y no efectuado, simplemente. una distinción, necesaria para tener claro el perfil de la Moral y el Derecho.
Siendo Kant un hombre inteligente, no podemos
concebir que hubiese tenido la pretensión de hallar entre el Derecho y la Moral
una separación “natural” que tornase absolutamente imposible la conjunción de
ambos. No creemos posible que para Kant el Derecho fuese algo ajeno a la
evolución histórica ni que ignorase que en tiempos de Grecia y Roma antiguos
había reinado confusión entre las normas morales, las jurídicas y las
religiosas. Consciente de ello, justamente para combatir esa confusión, se abocó
a distinguir –nunca a “separar”- el Derecho de la Moral.
Y si ya es un absurdo pretender una separación “natural”
entre el Derecho y la Moral, mucho más lo es que algunos vean con horror una simbiosis, cuando es un hecho que la conjunción de la
Moral con el Derecho es un desiderátum pues habría mayor garantía de que el Bien que
predica la Moral, sería realizado por el Derecho, por un Derecho de nuevo cuño,
redimensionado.
Por eso, llama poderosamente la atención que
ciertos juristas, profesores de Derecho,
cuanto más éticos y moralistas dicen ser en las aulas y en la prensa y frente a
las cámaras de televisión, más recalcitrantes se muestran en su defensa
dogmática de una separación eterna entre la Moral y el Derecho, cuando debería
ser lo contrario. Porque ¿quién deberia estar más interesado en la injerencia
de la Moral en el Derecho, que un jurista que valora la Moral?
Pero, la
ponderacion sube de nivel cuando se
observa cómo entre los opositores más escandalizados se encuentran juristas que se dicen cristianos y quienes
por ello deberían favorecer la fusión de
la Moral con el Derecho, porque éste se convertiría en un instrumento del Bien y
para el Bien y dejaría de ser un instrumento para el mal, como suele
utilizarse…
Hasta hay
sacerdotes católicos que cierran paso a toda idea de conjugar plenamente la Moral
con el Derecho, lo cual luce contradictorio, increible, absurdo.
Luego,
¿dónde queda la etica de todos ellos? ¿Dónde
su responsabilidad moral? ¿No comprenden cuánto mal podría evitarse en el Mundo
si la Moral rigiese a través del Derecho, en una simbiosis creativa, consciente
de la distinción entre ambos y en una
relación donde ni la Moral ni el Derecho pierden su entidad, sino que la
conservan en una nueva dimensión?