viernes, 20 de abril de 2018

LA RESPONSABILIDAD EN PROPONER UNA CONSTITUCIÓN MORAL Juan José Bocaranda E


LA RESPONSABILIDAD EN PROPONER UNA CONSTITUCIÓN MORAL
Juan José Bocaranda E

Al noble pueblo de México, que clama
por un sistema de gobierno recto
y correcto, que haga funcionar
las instituciones conforme al deber ser,
realidad que  sólo puede ser garantizada
por la Ley Moral.

Proponer una Constitución puede hacerlo cualquiera. Proponer una Constitución Moral sólo puede hacerlo quien se entrega con alma sincera a la verdad. Y la verdad, cuando se trata de la realidad político-social de un país, radica en el propósito íntimo y sincero de encaminar todas las actuaciones del Estado y de los funcionarios, a la realización del bien y sólo del bien, en todo momento y circunstancia. Lo demás es hipocresía, falsedad, engaño, demagogia.

No basta proponer una Constitución Moral. Más aun: luce inmoral hacerlo con fines meramente electorales, como “gancho engañoso”.
Una Constitución no es un reglamento deportivo ni una información parroquial. Es un programa trascendental de vida para un pueblo, para un país, y para el futuro y el destino de todos. Por ello debe verterse sobre su propuesta un inmenso sentido de responsabilidad moral,  que implica una reflexión seria respecto a un ente de alcances jurídicos fundamentales.
Si toda Constitución política o jurídica  requiere, debido a su importancia, de una estructura de pensamiento coherente, es decir, de una filosofía constitucional, tal exigencia sube de grado cuando se trata de una Constitución Moral que por causa de su preeminencia axiológica, debe conducir y orientar  la Constitución Jurídica o Política. De ahí que deba  realizarse un estudio detenido de los motivos de la animan, de la estructura posible, de sus relaciones con la Constitución Política o Jurídica,  y de los medios que deben ser utilizados en función definitiva de su razón fundamental de ser, que radica en la realización del bien individual y común, y únicamente del bien
Justamente la falta de consciencia respecto a estas condiciones ha ocasionado el rechazo de muchos mexicanos que  ven en la propuesta de una Constitución Moral una amenaza a su libertad de arbitrio. La forma aparentemente  descuidada e irresponsable, como se ha lanzado la proposición, les lleva a inferir  que se trata del potro de tortura de una nueva inquisición, en un “Estado Teológico y Confesional”. Un cepo que hará de México  una especie de cárcel monacal donde todos los ciudadanos deberán sujetarse a una disciplina de hierro, en un mar de asfixia espiritual y moral.
¡No! Quienes así opinen y teman no tienen consciencia de que  una verdadera Constitución Moral no obliga  a los ciudadanos sino a los funcionarios: tiene por objeto enrumbar a los integrantes del  ESTADO DE CARNE Y HUESO, que son los  funcionarios, para que se ajusten a la línea del Bien, conforme al Principio Superior de Perfección del Orden Moral, que  les impone realizar el bien y únicamente el bien en todas sus actuaciones y en todo momento y circunstancia.
 ¿Es esto perjudicial para los ciudadanos, para el pueblo,  o, por el contrario, es algo bueno, conveniente y necesario en un país  cuya inmensa mayoría son  personas de buena voluntad que claman por un sistema justo, recto y correcto?
¿No desean los ciudadanos honestos la presencia de un funcionario serio, firme, moralmente responsable, que no se ampare en el pretexto del libre albedrío frente al cumplimiento de la ley?
¿Lo que se desea es que “las cosas cambien pero todo siga igual?
Pero, ¿qué puede garantizar una mera  Constitución  Jurídica, con un Derecho manipulable e inseguro en manos de políticos sin escrúpulos?
¿O puede garantizarlo una” Constitución Moral” apresurada, efímera como toda campaña electoral?
Cuando hablo de una Constitución Moral tengo en mente un instrumento cuyo fin fundamental radica en disciplinar en eficiencia al funcionario, para que se ajuste cabalmente a la ley. También tengo en mente, como punto de partida necesario, indispensable, la presencia del Principio Ético, que es la presencia de la Ley Moral en el sistema legal: ley por su signo de obligatoriedad jurídica; moral por su exigencia de principios morales y valores éticos.
Sólo bajo esta condición fundamental puede funcionar una Constitución Moral, cuya alma es la Ley Moral y cuya expresión externa es el Principio Ético, conjugado al Principio Jurídico.

El Principio Ético es eminentemente garantizador: asegura el cumplimiento de la Constitución Jurídica o Política y asegura el comportamiento recto de los funcionarios.
Pero, ¿por qué el Principio Ético es garantizador?
Lo es por las razones siguientes: el Principio Ético
1. es endojurídico:  está dentro, no fuera,  del sistema jurídico. Por lo tanto, es norma jurídica, de cumplimiento obligatorio.
2. posee doble fuerza: moral y jurídica. No pierde su naturaleza moral y al mismo tiempo es jurídicamente obligatorio.
3. es bifactorial: implica la coexistencia de dos factores: Principio Ético+ Principio Jurídico.
4. es ubicuo, pues está implícito en todos y cada uno de los artículos de la Constitución Jurídica o Política y en todos y cada uno de los artículos de las demás normas, desde las legales hasta las reglamentarias, así como en las resoluciones ministeriales, en las ordenanzas municipales, en todo acto administrativo y en toda decisión judicial.
5. es plenamente perspicaz: nada escapa a su poder de vigilancia y de control.
Otros atributos del Principio Ético: es autónomo, intangible, sancionador, intangible, insobornable, inexorable, exigente, aleccionador.
Cabe destacar que el Principio Ético es el eje de la espiral ética del Estado Ético de Derecho y del tornado moral del Estado Ético de Derecho.
Siempre está presente la acción vigilante de cada ciudadano...hasta que se cumpla la Justicia Moral.
Quienes deben preocuparse ante estas exigencias, son los funcionarios. No los ciudadanos, a quienes corresponde vigilar, actuar, denunciar y hacer que se cumpla la ley.
¿Lo que se quiere no es una ley eficaz y un funcionario eficiente en un Estado efectivo?
¿Sí? ¡Pues impúlsese una Constitución Moral VERDADERA...