COLÓN, EL GRAN COLONIZADOR
Y COLÓN SE FUE PARA EL CARAJO
Los indígenas deberían invadir a los conquistadores para que sepan y sientan a qué sabe la conquista.
Plena la oscuridad de la noche. Calma la mar. De pronto, un grito conmociona a la tripulación.
-¡Tierra, tieeerraaaa!
El
alboroto alcanza a Colón, quien en ese momento acaba de orinar en una botella y
se dispone a dormir.
Todos
van a cubierta alborozados. Rodrigo de Triana baja de “la cesta” del vigía,
para recibir las congratulaciones y jactarse, como es de esperar. ¡PardieZ,
hombre! ¿Qué creíais vosotros? ¿Quéee?
¿Yoooo? No jodáis. ¿Que yo estaba allá
arriba durmiendo la cubeta? ¡No jodáis! Claro que mereZco la gloria. Pero mucho
más: unas buenas tierras, el título de Conde… y mostaCilla, muuucha mostaCilla,
para irme a vivir en Lepe, donde tengo mujer y chavales.
Es el 3
de octubre de 1492. Los marineros,
extremosos de contentura, se besan, se ofrecen
por criados o piden mercedes.
Todos,
hasta Colón, saltan, gritan, bailan en cubierta. Y se arrodillan para cantar un
tedeum. Luego hacen como todos los animales: chillan, berrean, balan, ladran,
rebuznan, cacarean, graznan, mugen, ululan, relinchan, bufan y rugen de gozo y
pitan como cerdos y se imaginan desde ya cuántos atropellos perpetrarán,
cuántas chozas quemarán, cuántas sementeras pisotearán con sus patas de
caballos, a cuántas mujeres violarán y matarán, a cuantos hombres tasajearán,
cuántas perlas y oro acumularán para despojar a la nueva “tierra de gracia” y
llevar las riquezas a “la madre patria”
aquel “día de la rata”o del arrace…
Pero,
pasan los días y no se ve tierra por ningún lado. Y la tripulación desencantada
y preparándose para un motín. Y Colón chorreado de miedo.
-Llámenme
al bocón de Rodrigo
-Sí, mi
capitán.
-¿Qué
te pasó, Rodrigo? ¿Qué has hecho? ¿No te das cuenta de lo que has armado, eee?
-Perdone,
Almirante. Es que vi lumbre y creí ver tierra y a unos tíos en guayuco comiendo
cazabe.
-Tierra
verás en el fondo del mar cuando te arrojen por la borda
-Perdón,
perdón, Almirante
-Agradece
que no mando a que te corten el gaznate. Si no fuera porque le prometí a tu
madre protegerte, lo haría yo mismo.
-Muchas
gracias. Eso de equivocarse le pasa a cualquiera. Usted sabe, allá arriba, en “el
carajo”, en la punta del palo mayor, horas y horas, el va y ven, el
cansancio, el fastidio, la monotonía y el airecillo fresco y los buches de ron
y…
-Basta.
No sigas. Y regresa al carajo.
-Está
bien. No volverá a ocurrir.
Pero la
cosa no quedó allí. La tripulación estaba muy disgustada, y a cada rato uno u
otro de los marineros asomaba la cabeza por el ojo de buey del camarote de
Colón dando gritos o entraba francamente
y se daba el lujo de mentarle la santa y
amenazarlo de muerte.…Sobre todo los andaluces, sabiendo que era italiano, le
gritaban, terrone, fachi di bu, a la nana nesca, markagua sea, ladremma
nokod, semanke, tranchutte, y otras letanías. Y lo fastidiaron tanto, pero
tanto tanto, que no teniendo adonde más ir ni lanzarse al mar, terminó yéndose
para el carajo.