miércoles, 18 de noviembre de 2015

NOCUENTO “DAIMONÌACO” LA MONJA BARBUDA Juan Josè Bocaranda E





NOCUENTO “DAIMONÌACO
LA MONJA BARBUDA
Juan Josè Bocaranda E

Me lo dijo mi abuelo, (que en paz descanse)¨:

“Uno de los motivos de mi alejamiento de la religión fue, especialmente, el mal trato que recibì de las monjas cuando, siendo muy niño y también huérfano, estuve interno en una institución de caridad, en un pueblo de España de cuyo nombre no me da la perra  acordarme...
Y no exagero –prosiguiò- Habrá, sin duda, quienes las defiendan, por tratarse de mujeres y, además, “consagradas a Dios”, por lo que presumen en ellas un comportamiento verdaderamente cristiano, amabilidad, generosidad, compasión, humildad y, sobre todo caridad. La caridad que tanto cantan y predican.  Pero, ¿es acaso caritativa una mujer que consagra su vida a un enfado permanente, como si màs bien le tuviese rabia al prójimo; atenaceada, además, por la envidia e infactada por otras diabólicas malquerencias y quien por eso mismo realiza los actos sin convencimiento cristiano, de mala gana, como una presidiaria?
Ni siquiera practican la caridad entre ellas mismas…Una vez presencié cómo, mientras caía sobre la ciudad un aguacero diluvial, una monja de la congregación de las “Santas Hermanas del Desamparado”, solicitó a la monja de la porterìa de la congregación “Hermanas Beatíficas de los Tormentos Divinos”, que le permitiera  protegerse de la lluvia. Pero le negó entrada, y de mala manera. La solicitante quedó fuera y terminò empapada.
En el orfanato conocí a “la hermana “Elodia”. La llamábamos “la barbuda”. Porque traslucía a nuestros ojos infantiles un aura amenazadora que nos llenaba de pavor, y que nos recordaba al “ogro” de Blasco Ibàñez, pero sin pantalones…creo…Malencarada,
de mirada odiosa, de hablar martilleante y de respuestas como de cuchillos.
Una tarde de diciembre, en la víspera de la Nochebuena, exactamente, nos hicieron formar dos filas. Una gran panadería había hecho un donativo especial para nosotros los reclusos…Pan y mortadela…
A un lado, la hermana Fonchurria, quien descargaba sus frustraciones contra nosotros, desatando  con poco recato, gruesas groserìas importadas de La Toscana; del otro lado, la hermana Elodia. Cada una sostenía una enorme bandeja cargada con una montaña sànguches, de los cuales yo tomè dos,  porque era doble el hambre que sentía. De inmediato, Elodia lanzó un grito que rompió los pocos cristales que quedaban en las ventanas del instituto.
-¡Eeeeeeyyyyy! ¡PardieZ! ¡Bandido, mentecato, ladronZuelo! ¡Es uno solo, ¿y tú tomaste dos?. En el infierno te atragantará Satanás con panes de hierro fundido…
Yo, con la mayor humildad y resignado a quedar con la mitad del hambre, coloqué sobre el cerro de panes el que había “usurpado” tan pecaminosamente…Pero… pero… no  había dado ni siquiera dos pasos cortos cuando a mis espaldas se desmoronó  una montaña: me volví a mirar què habìa ocurrido. ¡Todos, absolutamente todos los sànguches amontonados sobre el suelo! …Fue como si alguien le hubiera propinado una formidable patada a la bandeja que sostenía mi amiga. Y ella, la santa monja, por supuesto, temblando, temblando, con los ojos exorbitados, como de diabla purgada con  con agua bendita…
¡Ah! ¡Claro que sí! Lo recordè de inmediato y le dì las gracias mentalmente: una vez màs, como en muchas otras ocasiones, mi daimon había venido a desatar su venganza por mì. Sì. Mi daimon, mi “demonio” protector. Porque yo también tengo uno como lo tuvo  Sòcrates, aunque mucho menos sabio, seguramente…” Èl me acompaña a todas partes, de dìa y de noche, y me protege y hace los desquites por mí… Por eso los enemigos que se me cruzaron por los andurriales de la vida durante sesenta años, en las màs diversas circunstancias, jamàs pudieron conmigo. Lo intentaron de mil maneras. Pero, no pudieron, no pudieron, como tampoco pudo la monja barbuda…”