NOCUENTO
AMABLE.
EL
COMPRESOR
Un lisiado, apoyado en dos muletas, no hallaba cómo bajar del carro un
pesado compresor. Además, era necesario subirlo hasta el séptimo piso, donde
vivía. Debía tomarse en cuenta, también, que el edificio carecía de ascensor.
El sujeto tenía dos hijos maduros. Pero, eran extremadamente flojos,
irresponsables, descarados y vividores, Dormían hasta el medio día y regresaban
borrachos por la noche. de manera que no podía contar con ellos en ningún
momento o circunstancia. Carecía de carácter suficiente para enfrentar esta
situación, imponiendo orden en el hogar, tanto más cuanto la mujer era
casquivana, irresponsable y aprovechadora, pues sus padres y sus hermanos se
beneficiaban, de una forma u otra, de los ingresos que obtenía el cojo con gran
esfuerzo.
Esa tarde un vecino – llamémoslo Amabilis- que llegaba en ese momento en
su vehículo, tuvo compasión del cojo y se acercó para ayudarle.
-¡Buenas tardes!
-(Nada, como si estuviera saludando a un morrocoy).
-¿Quiere que lo ayude a bajar el compresor?
-Pues ¿què màs?
Amabilis saca el aparato de la maleta del carro y lo coloca sobre el
piso, dispuesto a marcharse.
El cojo:
-¡Oiga! ¿Acaso piensa dejarme así? ¿Qué se cree? ¿No ve que tengo que llevar
el compresor hasta el piso 7, donde vivo?
-¡Ah! ¡Disculpe!
-En adelante cumpla con su deber para que no tenga que disculparse.
Y Amábilis, esforzándose más que
San Pujón, le lleva el compresor escalón por escalón y piso a piso.
-¡Aquí es! ¡Espere que abra la puerta para que lo coloque en el
depósito!.
Así lo hace el amable vecino...
Cuando Amabilis va bajando el primer tramo de la escalera, en dirección a
su casa, el cojo le grita desde la puerta:
-¡Tiene que estar aquí a las 6.30 de la mañana, para que baje el
compresor!. No se haga esperar. Odio a la gente que no es puntual.
Al día siguiente el cojo se quedó esperando al señor Amábilis. Como era
de suponer, se comió las muletas. Pero, eso no se quedaría así…¿Qué estaba
creyendo ese irresponsable?.
En horas de la noche, Amábilis escuchó unos troconazos contra la puerta
de su apartamento. Era el cojo. Airado, le gritó de tal forma que otros vecinos
salieron a ver qué estaba ocurriendo.
-¿Por qué me dejó esperándolo? ¿No le advertí que soy adicto a la
puntualidad?. Por culpa suya no fui a trabajar hoy. Que no vuelva a ocurrir.
Mañana a las 6.30 de la mañana debe estar bajando el compresor. Si no, sabrà
quièn son yo…
Y se aleja, rezongando en voz alta:
-¡Cómo está el mundo! Uno les da la oportunidad de servir de algo, y no
agradecen.
aranda E