NOCUENTO PONZOÑOSO
PACHO “EL
ALACRÀN”
Juan Josè Bocaranda E
Un abogado al
que llamaban “El Alacrán”, envejeció
prematuramente, hasta que a los 55 años de edad le reventó el corazón.
Frenético, arrojaba espuma cada vez que veía en otros algo que él no tenía o no
podía tener, o algo que otro era y él jamás llegaría a ser. Cuando se enteraba
de que una persona iba a estudiar Derecho, tenían que llevarlo a terapia intensiva,
pues le atacaba una crisis demencial, iniciada con infinitas diarreas.
Como la
envidia es la enfermedad de los estólidos, no sólo perniciosa sino también
contradictoria, andaba con una lupa descomunal buscando motivos para
sancocharse el hígado. Así, solía preguntar a sus colegas cómo les iba en
el ejercicio de la profesión, para comparar su éxito con el bienestar ajeno y
adquirir un efervescencia estomacal de quinto patio. ¡Y cómo chillaba cuando
algún abogado cometía el pecado de publicar un libro¡…
Sí –agregó mi
abuelo-, estúpido negocio ése de andar envidiando. Porque el envidioso nada
gana y todo lo pierde. Agota sus energías
físicas y psicológicas en un esfuerzo permanente e inútil. Le ocurre
como en el cuento aquél donde el sapo, envidiando la estatura del toro, quiso
alcanzarlo y de tanto aventarse explotó en mil pedazos, en el más estúpido de
los suicidios. Por algo dijo Sócrates
que la envidia es la suciedad del alma;
un veneno, que consume la carne y seca el tuétano de los huesos. Pero, lo peor
de todo es que el envidioso ignora que cuando envidia está rindiendo tributo
silencioso aunque torcido al valor de la persona envidiada.
Y prosiguió
diciéndome:
La envidia es
un animal con doble dentadura. Una dentadura externa y otra interna. Con la
primera, se dedica a destrozar vidas ajenas, socavando, envenenando, creando
mal ambiente, desprestigiando, enlodando reputaciones, sembrando cizaña,
buscando dividir, enemistar e inocular en los demás el morbo de su
esencia putrefacta. Con la segunda dentadura, el envidioso se muerde y
destroza sus propias entrañas.
Lo que espera
al envidioso no es la vida sino la muerte. El envidioso se mata en forma lenta.
Vive enfermo y no sabe por qué. Padece
de taquicardias, de úlceras, de indigestión....Porque la envidia es un animal de diezmil anos, y
destila por todos los orificios al mismo tiempo, contaminando la sangre.
Finalmente,
expresó:
La envidia es
propia de los estúpidos, porque el envidioso nada gana y todo lo pierde, hasta
la salud y la vida…Pero ¿quién lo convence de esto, si por encima de todo es
torpe?
Envidiar es la
forma más estúpida de suicidarse, porque se hace con venenos corrosivos y
ocultos. Como le sucedió al abogado Pacho Antonio Terán, apodado “El Alacrán”,
a quien le explotó el corazón porque era
tan grande su envidia rabiosa, que una noche, sin querer, se clavó su propia
ponzoña.