miércoles, 4 de noviembre de 2015

NOCUENTO PONZOÑOSO PACHO “EL ALACRÀN” Juan Josè Bocaranda E



NOCUENTO PONZOÑOSO
PACHO “EL ALACRÀN”
Juan Josè Bocaranda E

Un abogado al que llamaban “El Alacrán”,  envejeció prematuramente, hasta que a los 55 años de edad le reventó el corazón. Frenético, arrojaba espuma cada vez que veía en otros algo que él no tenía o no podía tener, o algo que otro era y él jamás llegaría a ser. Cuando se enteraba de que una persona iba a estudiar Derecho, tenían que llevarlo a terapia intensiva, pues le atacaba una crisis demencial, iniciada con infinitas diarreas.
Como la envidia es la enfermedad de los estólidos, no sólo perniciosa sino también contradictoria, andaba con una lupa descomunal buscando motivos para sancocharse el hígado. Así, solía preguntar  a sus colegas cómo les iba en el ejercicio de la profesión, para comparar su éxito con el bienestar ajeno y adquirir un efervescencia estomacal de quinto patio. ¡Y cómo chillaba cuando algún abogado cometía el pecado de publicar un libro¡…
Sí –agregó mi abuelo-, estúpido negocio ése de andar envidiando. Porque el envidioso nada gana y todo lo pierde. Agota sus energías  físicas y psicológicas en un esfuerzo permanente e inútil. Le ocurre como en el cuento aquél donde el sapo, envidiando la estatura del toro, quiso alcanzarlo y de tanto aventarse explotó en mil pedazos, en el más estúpido de los suicidios. Por algo dijo  Sócrates que la  envidia es la suciedad del alma; un veneno, que consume la carne y seca el tuétano de los huesos. Pero, lo peor de todo es que el envidioso ignora que cuando envidia está rindiendo tributo silencioso aunque torcido al valor de la persona envidiada.
Y prosiguió diciéndome:
La envidia es un animal con doble dentadura. Una dentadura externa y otra interna. Con la primera, se dedica a destrozar vidas ajenas, socavando, envenenando, creando mal ambiente, desprestigiando, enlodando reputaciones, sembrando cizaña, buscando dividir, enemistar e inocular en los demás el morbo de su  esencia putrefacta. Con la segunda dentadura, el envidioso se muerde y destroza sus propias entrañas.
Lo que espera al envidioso no es la vida sino la muerte. El envidioso se mata en forma lenta. Vive  enfermo y no sabe por qué. Padece de taquicardias, de úlceras, de indigestión....Porque  la envidia es un animal de diezmil anos, y destila por todos los orificios al mismo tiempo, contaminando la sangre.
Finalmente, expresó:
La envidia es propia de los estúpidos, porque el envidioso nada gana y todo lo pierde, hasta la salud y la vida…Pero ¿quién lo convence de esto, si por encima de todo es torpe?
Envidiar  es  la forma más estúpida de suicidarse, porque se hace con venenos corrosivos y ocultos. Como le sucedió al abogado Pacho Antonio Terán, apodado “El Alacrán”, a quien  le explotó el corazón porque era tan grande su envidia rabiosa, que una noche, sin querer, se clavó su propia ponzoña.