lunes, 29 de junio de 2020

ANDANZAS DE DOS ZAPATONES DE ALTO NIVEL VENIDOS A MENOS. CAMBRILLÓN Y CASOLETA. CUENTOS DE LA TROJA DOS. JUAN JOSÉ BOCARANDA E




ANDANZAS DE DOS ZAPATONES DE ALTO NIVEL VENIDOS A MENOS. LOS GUACHICONES   CASOLETA Y CAMBRILLÓN.

Todos hablan de la fidelidad del perro, pero  de la lealtad de los zapatos no.

Dos zapatos concebidos por el mismo diseñador, nacidos en la misma fábrica, elaborados con la misma clase de material, consentidos por el mismo dueño, pero no hijos, necesariamente, del mismo zapatero. Aunque ambos, venidos al mundo en un mismo recinto, se ilusionan con que sí lo son. Y es que han sido hermanados por el mismo dueño, por la misma vida, por las mismas circunstancias y por igual destino.

Es algo indiscutible. Cuando caen en abandono, los zapatos malviven como viven los pobres, porque pasan a serlo. Obran como los pordioseros, porque demandan la caridad cristiana. Sufren, se desvelan, son víctimas de las plagas y de las enfermedades, y padecen sin esperanza, sin fe y con muy poca caridad, y los atormentan la sed, el hambre y el frío, porque son marginados. Además, aunque haya sido largo su servicio, el dueño olvidó -o quiso olvidar- los beneficios de la jubilación.

 Pero, ¿quién puede asegurar que los zapatos no sienten y no aman como los perros a sus amos, y que tampoco son leales? ¿Quién  puede asegurar que no existe una escala social entre los zapatos y que cuando ya están viejos y abandonados no van a formar parte de las capas de los desamparados, en un mundo de detritos, donde se pierde toda iniciativa, todo asomo de orgullo, todo rasgo de rebeldía,
todo átomo de dignidad? No. No están en condiciones de germinar rebeldías ni rebeliones. Allí no hay campo para las “revoluciones”, cuyo papel asumen quienes no necesitan de ellas sino para medrar y justificar su envilecimiento.

¿Que Casoleta y Cambrillón hablan como gente culta? Pues ¡claro que sí!. Eso es inevitable. También entre los zapatos los hay cultos. Sobre todo aquellos que servían a un dueño rico, de ésos a quienes los zapatos llevaban a la ópera, a tertulias literarias, a saraos y condumios de altas esferas, a exposiciones de arte y a bibliotecas elegantes, lo que incluía, por supuesto, la asistencia a selectos recintos universitarios y a laboratorios de avanzada científica y tecnológica de punta.
Por si lo anterior fuese poco, hay que agregar que los zapatos son silenciosos y atentos, y escuchan y escuchan y escuchan. Nada se les escapa.  Y ello es otra fuente de aprendizaje. Cuando escuchan a su dueño conversar y actuar en la intimidad, sólo se miran entre ellos a los ojos, en la semisombra, para ponderar y acentuar con insinuaciones elocuentes. Ocultos en el closet o debajo de la cama, aprenden de quienes dicen dormir por encima de ellos. Se enteran de todo…pero son tan leales, que jamás se ha dicho, ni se dirá en algún libro de historia ni en algún informe policial, que alguna vez hubo un zapato que delató a la esposa del dueño por casquivana y resbaladiza. Gracias a la discreción de los zapatos, han logrado sobrevivir por lo menos en las apariencias, muchos matrimonios. Y es que los zapatos son inteligentes y perspicaces. Allí donde se les ve son expertos en “hacerse los polacos” respecto a lo que oyen y presencian.  Callan, escuchan, observan, aprenden y redactan, porque también tienen de periodistas. Y de escritores expertos en el arte narrativo o en la técnica bibliográfica. Lo cual les califica para prestar servicios en entidades empresariales o científicas, sólo que se les mira prejuiciosamente cuando se sabe que vienen a menos como los mortales.

Hemos logrado establecer en nuestras serias, profundas y acuciosas labores de investigación, en la historia de los zapatos, que cuando su dueño les resulta leal, conservándolos en uso con longevidad, amor y gratitud, se compenetran sus esencias, y el dueño comienza a pensar como los zapatos, es decir, en un silencio creativo, y los zapatos comienzan a pensar como los dueños, con tiento, con prudencia y profundidad.
Y cuando un escritor, científico o filósofo, recluidos por la vejez y en el olvido,  beneficia sorpresivamente al mundo con una obra cumbre, estemos seguros de que allí se encuentran los zapatos como causa del impuso creador, con su silencio reflexivo que el sabio recibe como una  lección,  con humildad y gratitud, pero sin revelar el secreto. Porque, si este secreto se llegase a conocer, comenzaría la explotación inhumana de los zapatos, pues los narcotraficantes y los malvivientes (que en realidad son lo mismo), se apresurarían a crear la “trata de zapatos viejos”, como existe la “trata de carne humana”, y ello sería algo absolutamente despreciable.

También forma parte de aquella recepción de la esencia de los zapatos por parte del dueño, la forma de caminar. Porque el dueño comienza a caminar como andan los zapatos vacíos de pies: livianos, como pisando nubes, lo cual es beneficioso porque es una especie de apertura del “camino al cielo” para el pensador, a medida que se acerca el fin de sus días en el plano tierra. De esta manera los zapatos contribuyen al bienestar interior de sus dueños, quienes toman las cosas de la vida con la filosofía de la paz, acentuando en ellos, día tras día, una tranquilidad de ánimo tal que de por sí lleva a la reflexión y a la creatividad que a veces cristaliza, como ya dijimos, en obras cumbres que benefician a la humanidad.
Y, tornando al tema de la paz, debemos agregar que la filosofía de la paz es, por lo general, la filosofía de todos los zapatos, aun de los que han ido a la guerra. Porque los zapatos son pacíficos por naturaleza, pero la maldad del hombre los arrastra al campo de batalla y los deja torcidos, boquiabiertos, desgarrados y desmoralizados. Por culpa del hombre, quien todo lo daña, inficiona y corrompe, el corazón inocente de los zapatos enferma y se inclina a la decadencia…

Es digno de admiración, por otra parte, cómo, en aquellas condiciones, los zapatos absorben de la esencia del dueño, y se convierten, de tanto escucharlos, en seres pensantes. Por eso hay zapatos filósofos, sabiondos y elocuentes como los profesores dotados de bruñida facundia en el hablar. Hay  zapatos esforzados, aguerridos y ágiles como los samurais; zapatos poetas que como auténticos vates, son debidamente bendecidos y consagrados por el colegio de aquellos  pontífices  que tienen la misión sagrada de sancionar  las reglas del arte, entre ellas las relativas a la cuentística. Reglas tan estrictas y puntillosas, que aquel zapato que ose salirse de ese camino de rigidez impoluta, es señalado como apócrifo y malhablado, digno del ostracismo intelectual.
Existen, igualmente, los zapatos sociólogos o trabajadores sociales, que patean de tal modo las calles de ciudades y barrios, que han logrado para los pobres, reivindicaciones bastante significativas, de tal magnitud que todos esos beneficiarios  viven una vida placentera, en ambientes cómodos y con abundancia de medicinas y alimentos.
Ah. Por supuesto. No podían faltar los zapatos juristas, que no lo pueden ser sino únicamente los de “alto coturno”, es decir, los “juristas de tacones altos”, que se destacan en toda circunstancia y son autores de obras enjundiosas que proyectan luz a toda la humanidad. Por supuesto, son de aquella calaña de quienes se solazan en las entrevistas periodísticas o por televisión y no escatiman oportunidad para difundir a través de las redes sociales, pensamientos, sentencias y condensaciones filosóficas tales, que gracias a esas orientaciones espléndidas y gratuitas, el mundo ha podido salvarse de la destrucción, de las guerras y de la mala voluntad.
En fin, hay zapatos para todas las profesiones, y con lo dicho basta.

Es extremadamente conocido el principio hermético de que “como es arriba es abajo”: se trata de un principio que opera en vertical. De arriba abajo y de abajo arriba. Pues bien, hacía falta atender a la  horizontalidad, y por eso los chinos inventaron el principio de que “como es allá es acá y como es acá es allá”. De ahí que, con base en este principio invadan la Tierra hasta el último rincón, para imponer sus productos con más ventajas para allá que para acá.
No faltó alguien – y sucedió en Suecia- que propusiera combinar la verticalidad con la horizontalidad, y de allí surgió “la cruz de la verdad”, que adoptó el Vaticano para que se santiguaran los cardenales ostentando cristianismo puro, de pobreza y humildad…
Conforme al principio de horizontalidad, existe una estructura paralela de saberes universitarios. El paralelismo es sencillo: cada zapato profesional debe imitar a su par humano, para que el mundo luzca más uniforme y ordenado. Por ejemplo, así como los médicos manifiestan ser verdaderamente humanos en todo momento y circunstancia, los zapatos médicos deben obrar con abnegada elevación espiritual, consagrados al servicio desinteresado. Y así, por lo que se refiere a las demás profesiones, lo que garantiza un mundo mejor en la realización plena de los derechos humanos, que para algo están…, aunque sea para que no se cumplan y sólo sirvan a ciertas personas como mero “modus vivendi” en un mundo donde reina el desempleo…
Los zapatos estudian y se gradúan en la “Universidad de la Vida”, basándose sobre todo en la experiencia, fuente de sabiduría. No ostentan títulos, no porque no los merezcan, sino porque no existen profesionales suficientemente calificados, a su altura intelectual y sapiencial, dignos de entregarles el papiro milagroso, que abre (casi) todas las puertas.

Ahora bien, los zapatos indigentes, a medida que los años pasan, van cayendo en el letargo. Un letargo permanente, que los acompaña a todas partes. Las necesidades insatisfechas, las frustraciones febricitantes, las rabias contenidas, la resignación forzada, se les profundiza en el alma. Y el alma recurre a la estratagema del realismo fantástico, donde los zapatos sueñan, dormidos o despiertos, vidas de la gente chic. Y se intercambian sus sueños, y se los alimentan y fortalecen mutuamente: todo allí es mentira, pero todo es realidad. Cada uno asume un papel que vivir, en un cuadro espontáneamente conformado en el teatro bufo de los zapatos pobres, donde sólo la muerte es la que jubila, y con creciente tristeza. La tristeza del zapato viejo que percibe en cuero propio en qué  forma lo destroza el tiempo, diente a diente, suela a suela, hasta verse reducido a un mustio cascarón seco de fe. Sin embargo, aun así, con ansias de eternidad, exhala recuerdos gratos a la memoria del dueño que supone le aguarda al otro lado del ser y de la nada, donde todo, según dicen y se espera, todo regresa a la juventud con el gozo revitalizante del reencuentro.

Pero, no es suficiente saber de la vida de los zapatos viejos: es preciso escucharlos para ver qué dicen en las horas del silencio triste…


DIÁLOGO DE LOS ZAPATOS  CAMBRILLÓN  Y CASOLETA

 Tanto los zapatos como los perros somos símbolos de la amistad con
  el hombre.

Escuchemos en silencio, esta vez nosotros, qué dicen y comentan los zapatos viejos…

……………

CASOLETA. - Cambrillón, hermano, juntos nacimos y juntos habremos de morir. Por algo venimos de la misma lezna.

CAMBRILLÓN. - Seguramente así lo planeamos en el bardo, según dicen las sabiondas.

CASOLETA-. ¿A cuáles de tantas sabiondas te refieres, pues esa clase de gente abunda más de la cuenta?

CAMBRILLÓN-. Me refiero a las sabiondas metafísicas

CASOLETA. - Si lo dicen las metafísicas, santa palabra. No hay pele. Esa gente es muy sabionda. Hasta charlan con los ángeles, a diferencias de nosotros, que no charlamos ni con los diablos.

CAMBRILLÓN. -Cuando una dama de ésas tiene algún problema, riiiiig, riiiiiiig, riiiiiig y se comunica con los querubines como yo con mi madre cuando me daba la teta.

CASOLETA. - Pero no es necesario para ellas tener algún problema: llaman y fastidian a los ángeles para saludarlos, simplemente, a hora y a deshora, valiéndose de que allá donde ellos moran no hay relojes, salvo el reloj de la eternidad con su permanente tic tac…

CAMBRILLÓN. – Y eso no lo hace cualquier pela-perros mortal como tú o yo. Esas personas se comunican con los ángeles de pu a pu,  porque son tan puras, tan puras, que alumbran como una luminaria, y los ángeles se sienten atraídos por ellas como los mosquitos por la llama de una vela.

CASOLETA-. Ahora, tornemos, hermano, al punto de nuestra preocupación trascendental, al leit motiv de nuestros días y de nuestros años: si nosotros mismos programamos nuestra vida en el más allá, no tenemos derecho a protestar contra la pelamuerte en el más acá, porque nosotros la aceptamos en el contrato. Eso sí, debemos quemar karma, quemar karma, quemar karma, hasta que nos volvamos carbón y humo.

CAMBRILLÓN. –¿Quién nos asegura que nosotros, como idiotas masoquistas, firmamos algún contrato en el más allá, para programar esta dulce vidorria que nos acogota y entristece? ¿No será invento de ellas para engatusarnos y que nosotros seamos víctimas de la vida y de nuestra propia pendejada?
En todo caso, por si las dudas,  yo voy bien encaminado en cuanto a la quema de karma. Los dedos de los pies los tengo fríos y negros, ya ni me sale sangre. Ni los siento cuando me doy un tropezón buscando sobras en los basureros. Parecen carbones.

CASOLETA.-  Yo en estos días dejé el uñón en un clavo, cuando estuvimos en el Mercado de Coche. Y eso me le da un respirito al corazón, porque veo que yo también voy por el buen camino. Por el camino acertado, para quemar karma, que a eso hemos venido, para salvarnos y ascender, como lo quiere nuestro Padre que está allá arriba.

CAMBRILLÓN.- Claro, porque si compartimos el sufrimiento hoy, compartiremos una parcela en el Cielo, mañana.

CASOLETA.- Por eso  debemos dar gracias al Cielo porque cada día  nos lleva al goce eterno. ¡Y en qué forma!

CAMBRILLÓN.- Pero, consolémosnos. El tiempo de sufrimiento pasa rápido. ¿Qué son setenta años llevando vainas, si después gozaremos de la luz divina. Qué son setenta años frente a la eternidad?. Una bagatela, una minucia, una nimiedad, una futilidad, una fruslería, una…

CASOLETA. - Qué bien te expresas. Pareces un iluminado con esas palabras de oro, y hasta pareces filósofo, de esos que se pasean por los pasillos de la Universidad sudando trementina de tanta sabiondez y fumando pipa para que los pensamientos se eleven y se vayan por el aire, a esparcir sobre las montañas, los bosques, los mares y los ríos, semillas de bondad y paz. Porque no hay que negar la utilidad de la filosofía. Gracias a ella marcha muy bien el mundo, este mundo cada vez más inmundo…

CAMBRILLÓN.- Ay, hermano, tú como que te estás burlando de mí. Tú eres más poeta y sabiondo que yo. ¡Qué vibra poética. Con qué garra metamorfoseas, y con qué facilidad aciertas en el clavo!.

CASOLETA.- Bueno, digamos que llevamos la misma sangre y que por nuestras venas corre la esencia de la sabiduría milenaria.

CAMBRILLÓN.- ¡No sigas, que voy a llorar de la emoción. Cómo se pierde la sapiencia en las calles de este país. Y pensar que a esta hora podrías estar infundiendo sabiduría en la Universidad que está por aquí cerca.

CASOLETA.- No creas. La sabiduría es lo que menos interesa a los estudiantes. Les interesan los billetes. Lo suyo es graduarse ya, ya, para salir a trasquilar clientes. Por eso, mientras cursan estudios se vuelven, casi todos ellos, unos bufones lamecueros, detrás  de los profesores hasta que se gradúan. No tienen dignidad.

CAMBRILLÓN.`- ¿Y cómo sabes esas cosas, si jamás has ido a la universidad?

CASOLETA.- Porque yo leo, yo me instruyo. ¿O qué crees que hago en los basureros después de una opípara manducata? Soy inquisitivo, busco el hueso de la realidad. Busco periódicos, busco revistas, material legible, materia captable, agible, inteligible, para alimentar el intelecto, para comprender la esencia de mi vida, la razón de ser de mi peregrinar por el planeta, mi destino trascendental. Y me echo de espaldas a la sombra de una mata, a leer y a meditar. La gente cree que estoy durmiendo y dice “qué vagos, qué flojos”. Pero, yo estoy meditando. En realidad estoy meditando..

CAMBRILLÓN.- Con razón me enseñas tantas cosas cuando me hablas como si acabaras de venir de la NASA o de la Sorbona o de la UNESCO o de la Sociedad Max Planck. Pura sapia, de la buena. Y hasta he aprendido a expresarme de lo tan bien que tú lo haces.

CASOLETA.- Pues todo eso se lo debo a la meditación. Pero, no pensar en el pasado, ni siquiera para gozar de los buenos recuerdos. Tampoco en el futuro, porque no somos funcionarios del Ministerio de Planificación. Pensar en el presente, sólo en el presente. En este presente tan hermoso, tan hermoso, que debemos aprehender el instante en su divina perfección, como parlotean las divinas metafísicas.

CAMBRILLÓN.- El aquí y el ahora son el momento preciso, justo, para ver con gozo infinito cómo estamos jodidos, en este barrial, comiendo porquerías.

CASOLETA.- Pero son porquerías de hoy, del momento, fresquecitas, por lo que estamos seguros de que no tienen bacterias ni  causan indigestión. Hay que tragárselas ya, ahora, eso sí, antes de que se pongan completamente piches.

CAMBRILLÓN.-“¿Piches, dices? ¿Querrías decir putrefactas, descompuestas, corrompidas, infectas, rancias o pútridas?
CASOLETA.- Quiero decir todo eso junto, aunque las palabras muy poco importan, a menos que se quiera disfrazar la realidad, como hace la gente fina, que dice deposición, deyección, heces, estiércol, suciedad, boñiga o zirullo, en vez de decir “mierda” de una buena vez, hablando “castellanamente”, como decía aquella amiga nuestra, canaria, que era conserje en Las Palmas…¿La recuerdas?
CAMBRILLÓN.- Claro que sí. Dónde almorzábamos los domingos porque ella nos invitaba a comer las sobras que dejaban los dueños de los apartamentos. Hasta que se regresó para Tenerife, porque se casó con el padre Mario.

CASOLETA.- Cómo coincidimos tú y yo en el pensar, en el sentir, en el decir. Y es que nos parió el mismo zapatero, que en paz descanse. Por eso no somos sólo hermanos, sino mellizos o “morochos”.

CAMBRILLÓN. -Lástima que no fuimos gemelos, pues nos la hubiésemos arreglado con la comunicación telepática, sin necesidad de celular.

CASOLETA.  - Yo dejé de usar celular desde que vi por televisión que los celulares causan tumores cerebrales…

CAMBRILLÓN.-  Además, esas llamadas de Alemania o de la UE o de las universidades, de las academias, despertándolo a uno a deshora,  para hacernos consultas que  desestiman y después reírse  de nosotros porque nos consideran retrasados del tercer mundo.

CASOLETA.-Y otra cosa, las llamadas por pagar, es decir, para pagarlas nosotros, de Argentina, México, Estados Unidos o Canadá y hasta de Cabo Verde o China. ¡Abusadores!


CAMBRILLÓN.- Y mal agradecidos y mala paga.

CASOLETA.- Es inevitable. Cuando uno se gana una bien merecida fama de sabiondo y generoso…eso atrae. “Los Morochos Casoleta y Cambrillón”. Quién no los conoce…

CAMBRILLÓN.- ¡Epa! Se nos ha pasado el tiempo en tan valioso filosofar. Mi reloj me dice que ya es hora de que busquemos  nuestros petates.

CASOLETA.- Es verdad…Mejor retirémonos a nuestros aposentos, que nuestro castillo nos espera. Es casi la media noche y el mayordomo debe estar agotado, aguardando la llegada de nuestro carruaje.

CAMBRILLÓN.- No importa. Para eso le pagamos en euros, para que le rindan…Ya se le irá el sueño cuando los cascos de los caballos resuenen en el pavimento…Además, el auriga tendrá la previsión de llamarlo por el walkie-talkie para que se apreste a recibirnos, rodeado por la alegre jauría de los lebreles.

 CASOLETA.- Olvidaba que mañana tendremos reunión con los accionistas del calzado.

CAMBRILLÓN- Será una jornada bastante pesada.

CASOLETA.- Propondré la fabricación de unos guachicones especiales para los políticos, con alitas como los de Hermes, el dios griego, para que lleguen volando a la tesorería nacional, su verdadera razón de ser y apetecer.

Se acuesta cada uno en su cartón, se duermen de inmediato y continúan en sueños los dulces sueños de millonarios fatuos.




93.DIALOGUILLO NOCTURNAL  DE CAMBRILLÓN Y
CASOLETA.

Que vegeten los inútiles de la vida, los superficiales, los mediocres, los estúpidos, los que se empanzan de veneno de televisión.

-¡Qué agradable, hermano, recostarse a la luz de la luna, al borde del basurero, para dialogar la sobremesa  después de una cena nutritiva!

-Sí. Es algo que yo jamás querría cambiar por otra forma de vida. Porque, ¿tú has pensado en los beneficios que esta sabrosa vidorria nos rinde y los dioses nos deparan?

-Es verdad. Son momentos que debemos aprovechar al máximo, para sacarle el jugo a la existencia. Porque, si no, ¿a qué hemos venido a la Tierra? ¿A vegetar?

-Es lo que yo digo. Que vegeten los inútiles de la vida, los superficiales, los mediocres, los estúpidos, los que se empanzan de veneno de televisión. No nosotros, pues por algo nos arrojó el destino al trajín de las experiencias cotidianas, a marchar, como viejos soldados de la guerra fría; y tomar lecciones de esta pequeña escuela de pruebas placenteras, que tanto añoran, alaban y ponderan las damas metafísicas.

-Muy bien lo enfocas, hermano. Como dijo el poeta, hay que agregar lo útil a lo dulce. Por eso, a lo agradable de esta vida debemos sumarle el provecho para la salud.

-Todo clarísimo. Como un amanecer. Lo agradable está en que moramos y vivimos cómodos. A pleno dar. Y lo útil, en que estamos en contacto permanente con la suciedad, con la porquería, con toda clase de bichos y bacterias, lo cual nos hace inmunes a todas las enfermedades, por lo que no necesitamos ni médicos ni medicinas.

-En otras palabras, estamos inmunizados de tanto andar con bichos y entre bichos.

- Sí, entre bichos de cuatro y hasta de dos patas, que son los peores, porque se las dan de inteligentes y de moralistas.

-Y de cristianos, aunque a la hora de la verdad maten y quemen.

-Estamos inmunizados también de todo tipo de virus, hasta de los más sutiles e insidiosos, como los políticos, siempre malintencionados y dispuestos a la traición.

-Los virus, coronados o sin corona, esos ladrones de enzimas, no pueden en modo alguno con nuestra salud de hierro. Porque somos como el acero. Aun cubierto de moho, acero es acero, y nada puede apolillarlo.

-Somos portadores de una sangre a prueba de balas. Contra nuestro organismo no hay alimaña que valga.

-Nuestra sangre vale millones de dólares. Una vacuna con una sola gota de nuestra sangre, puede inmunizar a miles de personas…Somos seres multiplicadores de la salud. Somos portadores de sangre universal.

-Pero eso a la vez encierra un peligro. Mejor nos quedamos quietos, soportando el aguacero de la miseria, en vez de estar pensando en millones, que pueden terminar con nuestra dulce vida. Porque apenas se enteren los chupópteros de las farmacéuticas, nos la dedican hasta que nos dejen secos, después de succionarnos la sangre a poncheradas. Cuando nos chupen toda la sangre para fabricar vacunas, quedaremos hechos momias.

-Bueno. Sea como sea. Dejemos ese negocio a otros, pues está lleno de peligros, y nos arrancaría de esta vida placentera. Disfrutemos de los pocos días que nos quedan. Recuerda que somos guachicones viejos y cansados, y que vamos, sin darnos cuenta, al camposanto.

-Seguro que sí, y a la paz eterna, a perecear a pleno gusto, entre alfombras y brocados, comiendo uvas embriagantes y en compañía de mujeres en paños menos que menores, disfrutando de la danza del vientre y…

-No sigas, hermano. No adelantemos la hora de la partida. Necesito dormir. Estoy que boto las costuras de tanto sueño. Buenas noches, hermano…

-Que los dioses sirvan de algo, nos bendigan y nos protejan.

-Amén.