lunes, 4 de abril de 2016

EL ESTADO DE DERECHO: UNA DEBILIDAD INHERENTE. Juan José Bocaranda E





EL ESTADO DE DERECHO: UNA DEBILIDAD INHERENTE.
Juan José Bocaranda E

La debilidad es inherente al Estado de Derecho. Es de esencia, no de circunstancia. Atañe a todas las formas del Estado de Derecho.  No tiene nada que ver con  la latitud geográfica, ni con el momento histórico y ni siquiera con la idiosincracia del país. En mayor o menor grado, afecta a países grandes y a países pequeños, a países ricos y a países pobres, a países  prepotentes y  a países-víctimas; a tirios y a troyanos, a blancos y a morenos. Lo mismo menoscaba al Estado de Derecho de los Estados Unidos, que al Estado de Derecho Alemán o al Estado de Derecho de Suráfrica. Acompañó al Estado de Derecho Liberal y acompaña  al Estado Social de Derecho o al Estado Democrático y Social de Derecho o a cualquiera otro inventado o por inventar. No es exclusivo del modelo económico capitalista, pues también la padecen, y en forma por demás aguda, los modelos socialistas.

Esta debilidad genética del Estado de Derecho, ha facilitado la presencia multiforme de la corrupción política, que ha encontrado en la flaqueza el mejor caldo de cultivo. Todo esto al punto de que podamos afirmar, a rajatablas, que la corrupción constituye una secuela natural de la debilidad del Estado de Derecho, es decir, algo inevitable, permanente, mientras sea el Estado de Derecho el encargado de “combatirla”.Lo que significa que sólo podrá ser efectivo ese combate a condición de que lo realice OTRA FORMA DE ESTADO, no el de simple Derecho.  Es más: mientras la Organización de Naciones Unidas sea reflejo de los Estados de Derecho, y exista y se conduzca por una filosofía y una mentalidad propias del Estado de Derecho, nada podrá lograr, aunque aparente…O la ONU se transmuta en una organización superior, o se mantendrá en el lamentable papel de favorecedor implícito de la corrupción política.

Lamentablemente, la Humanidad está embobada, sonámbula, inconsciente, como drogada…No quiere darse cuenta de que el tal “combate” contra la corrupción, a nivel nacional o local, es infructuoso. No quiere entender que esa lucha no rinde ni medianamente lo que se espera de ella. Porque la realidad nefanda es como un cuero seco: mientras parece dominarse por un lado, se alza por el otro, y luego por el otro, y por el de más allá…Mientras tanto, además de las falsas expectativas, de la esperanzas fallidas y de las frustraciones dolorosas, se incurre en gastos, pagando “expertos”, viajes, instalaciones, etc.etc. que no compensan con los resultados.

No se nos responda diciendo que se han hecho esfuerzos, citando como cúmulos de “normas y políticas”  pergeñadas con esa finalidad. Porque puede concebirse y aprobarse todo un Everest de leyes enjundiosas y perfectas, y  pregonarlas ante el Mundo como la gran solución, pero sin resultados proporcionados, que es la otra mitad de la cuestión. Porque –repetimos- nada de ello servirá mientras se encarguen de esta tarea un Estado débil como el ESTADO DE DERECHO; y una Organización no menos débil como la ONU, que obvia la inefectividad y oculta los vicios de esos Estados, no, seguramente, por causa de mala voluntad ni de malas intenciones, sino porque no ha cobrado consciencia de su propia debilidad.

Ahora bien. ´¿En qué radica la debilidad del Estado de Derecho y, al mismo tiempo, la debilidad globalizada de la ONU? Pese a la presunta perfección de los sistemas legislativos, radica en la indisciplina de los funcionarios.

No debe olvidarse que los funcionarios son la clave fundamental del asunto, porque sin ellos no hay leyes ni tampoco hay Estado, ni ordenamiento jurídico.

Sin embargo, esta cuestión tampoco parecer ser captada por una ciudadanía atontada,  que achaca los problemas a un fantasma, a ese fantasma que es el Estado abstracto, sin cuerpo, sin rostro, y no a los funcionarios. O porque muchos de esos ciudadanos son funcionarios, o lo son sus padres, su cónyuge, sus hermanos o sus hijos. Lo que significa que la ciudadanía reclama y exige y se queja de la corrupción, pero no quiere soluciones, pues si en verdad las quisiera, volvería la mirada acusadora hacia los funcionarios, en vez de ampararlos…

En síntesis, ¿cuándo nos convenceremos de que el  verdadero Estado es el ESTADO DE CARNE Y HUESO, constituido por los funcionarios, cuya presencia es la que concreta la abstracción del Estado de Derecho? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que quien debe “moralizarse” no es el Estado, sino los funcionarios, porque el Estado no existe en forma substante, sino que existe y se manifiesta a través de los funcionarios?

Pues bien. Si la clave de la corrupción son los funcionarios, si la debilidad del Estado de Derecho es la debilidad de los funcionarios, busquemos la forma de controlarlos, de disciplinarlos eficazmente. No los amparemos, no los alhacueteemos, porque al hacerlo cometemos doble estupidez: mantener contra nosotros una realidad que nos perjudica, que nos perjudica a todos, que perjudica al país, como lo es la corrupción;  y amparar o favorecer a quienes abren puertas a la corrupción, lo cual es un acto de complicidad o de favorecimiento o de encubrimiento delictivo, es decir, un acto de inmoralidad.

Pero, ¿cómo controlar, cómo disciplinar al funcionario para que cese la debilidad del Estado? 
Para disciplinar al funcionario es indispensable TRANSMUTAR EL DERECHO, fortaleciéndolo.

Hemos de tener presente que la debilidad del Estado de Derecho es el Derecho mismo, aunque parezca una contradicción: el Derecho mismo, solo…Porque el Derecho solo, es manipulable. El funcionario lo burla, lo acomoda, lo ajusta a su conveniencia, a sus intereses…justamente porque es solamente Derecho…Por lo tanto, es necesario el Derecho cobre vigor, energía, resistencia…para estar en condiciones de enfrentar la corrupción a través de un funcionario controlado, disciplinado…

Pero, ¿en qué forma se puede conseguir a)disciplinar el funcionario y b)fortalecer al Estado?
Acogiendo la Moral. Mas no una Moral “a prudente distancia del Derecho”, es decir, un “acogimiento” mediocre, falso, aparente, hipócrita, sino un ACOGIMIENTO REAL que no puede tener lugar sino RECONOCIENDO UNA MORAL ENDOJURÍDICA, es decir, admitiendo la presencia de la Moral DENTRO del Derecho, porque sólo así la Moral se hace LEY JURÍDICAMENTE OBLIGATORIA, y al funcionario no le quedará otra alternativa sino la de tener que cumplir la ley, presionado por la fuerza moral hecha ley jurídica, como lo propone al IUSÉTICA.

La IUSÉTICA  tiene por lo menos la peculiaridad de que es la única teoría que propone la PRESENCIA DE LA MORAL DENTRO DEL DERECHO…aunque se rasguen las vestiduras y se bañen con ceniza las pelucas los santones de la tradición jurídica, los doctores de la ley, más cercanos a los fariseos que a la verdad histórica…porque el dogma los amarra y los adormece.

SÍ. EL ÚNICO REMEDIO CAPAZ DE CURAR LA DEBILIDAD GENÉTICA DEL ESTADO DE DERECHO, ES LA FUERZA MORAL IMPLÍCITA EN LA MORAL ENDOJURÍDICA QUE PROPONE LA IUSÉTICA.