PASAJES SIN DESTINO
UN DESANECDOTARIO CARENTE DE IMPORTANCIA
Juan José Bocaranda E
EL GERMEN DE LA IUS-ÉTICA
Cuando en octubre de 1961, inicié los estudios de
Derecho en la Universidad Central de Venezuela, estaba muy lejos de imaginar
que algún día (cuarenta años después) habría de concebir, elaborar y publicar lo que vendría a ser el libro IUS-ÉTICA, EL DERECHO DEL NUEVO
MILENIO.
El germen de la idea nació en esa oportunidad por
causa de un motivo al parecer insignificante. Y fue que cuando el profesor de
Introducción al Derecho disertaba respecto a las diferencias entre Moral y
Derecho, expresó una frase que impactó sobre mí con el efecto de un martillazo:
“El Derecho es una cosa y la Moral es
otra. El Derecho y la Moral no tienen nada que ver entre ellos”.
Digo que me impactó porque aquella afirmación me
pareció extre-madamente absurda. Suponía caos, desorden, irresponsabilidad,
inmoralidad.
De inmediato se me vinieron algunas preguntas
acuciantes: ¿Luego quienes elaboran las leyes carecen de fundamentos morales?
¿Luego las leyes pueden ser totalmente injustas porque no tienen nada que ver
con el deber moral ni tampoco con el fin del bien? ¿Luego hay que obedecer las
leyes aunque sean contrarias a los principios de la Moral?
Así, pues, las aseveraciones del profesor penetraron
hasta mi subconsciente, donde permanecieron, alimentándose día a dia con nuevas
reflexiones respecto al tema del divorcio entre la Moral y el Derecho. Hasta
que, graduado en 1966, tomé interés por la prohibición legal del reconocimiento
legal de los hijos nacidos de adulterio, que para mí abrigaba implicaciones de inmoralidad. Y así
lo exprese en un breve artículo para la prensa. No lo publiqué porque había
tantas cosas que decir, que resultaba absolutamente insuficiente: debía
escribir un libro. Así, en 1973 salió a la luz mi libro LA FILIACIÓN ADULTERINA
(Editorial La Torre, Caracas): se trataba de la primeras manifestaciones de mi
inquietud, que podrían resumirse, muy brevemente, a través de estos pasajes:
“LA MORAL,
FUENTE DEL DERECHO
Cuando se
parte de un concepto absoluta y meramente formal, el Derecho no es sino un
cascarón de la Justicia. Si carece de convicción ética, si prescinde de la
consciencia y se abstrae de un afán de
perfectibilidad, abandona su posible papel de elemento educativo.
Cuando la
ley es justa, cuando su formación ha
partido de una consciente necesidad moralizante, pasa a ser una lección de justicia.
No obstante
la diferencia en la naturaleza y en los
fines de la Moral y del Derecho, la primera debe influir sobre éste último
porque resulta un contrasentido la existencia de una Justicia alejada del Bien.
Teniendo
como fuente última la Moral, a través de un concepto realista e histórico de la
Justicia, la ley, como reflejo de la Moral, contribuirá al conocimiento de
ésta.
Insuflada
la ley de un principio meramente externo –como es el de la coercibilidad- e
imponiendo una Justicia de carácter formal, termina por hacerse perder el
respeto. El hombre aparenta cumplirla, pero en su fuero interno se mofa de
ella,
Las leyes
injustas desmoralizan a los pueblos. ¿Qué ley es ésta, que impone la injusticia
y la impone con la fuerza?
Moral
puramente individualista, pierde sus fines de trascendencia social y humana.
Derecho puramente externo, sin convicción ética, se aleja de su intrínseca
finalidad de justicia”.
Igualmente, en todas mis obras posteriores insistí y persistí
en la idea de conjugar el Derecho a la Moral, como condición necesaria de una
Justicia verdadera.
Un día, el 25 de noviembre de 1983, recibí una carta
del Doctor Esteban Agudo Freites, que me permito transcribir íntegramente pues
para mí constituye un honor, tratándose de un jurista de su talla. El ejerció
el cargo de Fiscal General de la República, y la historia lo recuerda por su
sapiencia, rectitud y honradez. He aquí su carta:
Quiero hacerle la siguiente manifestación
sincera y objetiva: considero que es usted un analista incansable de cuestiones
jurídicas que atañen directamente al estado actual de la sociedad venezolana,
provisto de un criterio jurídico penetrante, que ha contribuido a esclarecer,
con un método propio, delicadas situaciones en las leyes recientes (aquí
menciona algunas de nuestras obras)…En estos trabajos se revela usted
como unn jurista diestro y ponderado, defensor siempre de la dignidad humana y
de la justicia y seguridad social. En sus escritos jurídicos prevalece la
claridad y la justeza del concepto, la parquedad y precisión del estilo, la
interpretación acertada de algunos embrollos y contradicciones que aparecen en
disposiciones legales, concebidas y aprobadas, muchas veces, con injustificable
premura. Su constancia y desvelos demostrados en estas obras interpretativas de
la màs reciente legislación, justifica con holgura, que me complazca en
reconocerlo como un profesor benemérito.
Su agradecido amigo y seguro servidor, E. Agudo Freites.
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