RECORDS
DE ESTUPIDECES
Juan José Bocaranda E
Así como el egoísmo es la madre de todas las
perversiones del ser humano, la estupidez es la peste más extendida del Planeta. A
sus aguas viscosas se precipitan hasta los hombres más eminentes, pues no es
asunto de mayor o menor inteligencia, ni de
posesión de conocimientos o títulos académicos, sino de “caídas” en
situaciones de evidente ridiculez de las
cuales somos susceptibles todos los seres que pretendemos ser humanos.
No hay estupidez que no desemboque en el ridículo,
tanto más grave cuanto más elevada la “eminencia” del protagonista, cuyo grado
de inteligencia puede que no esté en duda. En este
punto recordamos el caso de un conspicuo filósofo, escritor, novelista y ensayista
francés que murió en el Siglo pasado: cometió una estupidez increíble. Y fue
que escribió más o menos esto: “Componer una sinfonía musical es algo
imposible. Beethoven lo intentó pero no lo consiguió con la Novena Sinfonía” (¡!).
No nos cabe
en la cabeza tamaña estupidez viniendo de quien vino, que sería de todo menos músico,
por lo que no podía saber de sinfonías más que el eximio músico alemán.
Esto es para
que se vea cómo la estupidez no es cosa de niveles académicos...
Sí. Todos podemos
cometer estupideces. Pero, lo peor está, como decía Montaigne, en “decirlas con
énfasis”, subrayándolas como si
constituyesen grandes hechos o proezas admirables o frases lapidarias cuando no son sino de
arena o simple hojarasca.
Es que la
estupidez viene a ser como una especie de borrachera momentánea, de nubosidad
sobrevenida, como ocurre con los baches o
las turbulencias en los vuelos de avión.
Nada más
cerca de la estupidez que los estupefacientes, pues surten casi los mismos
efectos.
Pues bien. Anotamos todo esto para desembocar en
el título del artículo: RECORDS DE ESTUPIDECES.
Nos
referimos a cierto concurso internacional en cuyo desarrollo puede participar
todo bicho de uña del Planeta, por no decir que se trata de un certamen abierto
a todos los estúpidos del Mundo. Masa constituida por dos lados: la estúpidos
que compiten y los no menos estúpidos que están atentos a los resultados y que
después les rinden homenaje como si fuesen héroes indiscutibles sobrevenidos.
Todo el que busque fama, aunque desemboque en
fama estúpida, puede participar, si no es que propone el objeto del record,
para lo cual caben todas las ocurrencias, todos los gustos y los más diversos
disparates. El que no se atreva a matar a la madre con tal salir en la prensa o
en internet para destacarse, dispone de la facilidad de caminar hacia la fama
en forma más sencilla y menos criminal: desde lograr el premio por exhibir las
uñas más largas, retorcidas y sucias de los pies, hasta el que se hace filmar
engullendo hamburguesas o papas fritas, como un auténtico cochino, pasando por
los bebedores de cerveza, las parejas más diminutas o más largas, los perros o los gatos más pequeños o más
gigantescos, hombres o mujeres de ojos saltones o dueños de ratones que
persiguen a los gatos...En fin, puerta abierta a todas las ocurrencias que
pueda ser capaz de concebir la mente mínima de seres de substancial, inevitable
y frecuente estupidez.
Sin
embargo, queda algo por hacer: que los creadores y los organizadores de los
RECORDS participen en la contienda: se merecen el premio y deben dárselo a sí
mismos por la FORMIDABLE ESTUPIDEZ DE
HABER CREADO SEMEJANTE ESTUPIDEZ O DE MANTENERLA.
Es
otra forma de distraer al Mundo de verdaderos y cruciales problemas. ¿O no?
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