martes, 24 de julio de 2018

LA GRAN CHARLATANA Juan José Bocaranda E.


LA GRAN CHARLATANA

Juan José Bocaranda E.

La gran charlatana que inunda la Tierra brillando por su oscuridad es la televisión. Pero cuando alguien se atreve a formularle observaciones críticas respecto a la calidad de los programas saltan aquéllos para quienes aún lo peor tiene validez que la justifique. Defensores a ultranza que preguntan “a cuenta de qué” algunos ciudadanos se erigen en críticos de la televisión; quién los designó para cubrir esas funciones incómodas o inconvenientes; quién define el concepto de  televisión de calidad; y por qué pretenden frenar el progreso con criterios de moralidad caduca.
Es necesario apoyar el cuestionamiento contra la televisión, no en términos de inmoralidad sino de irracionalidad: no plantear si tal o cual programa relaja, destruye o desmorona la moralidad de los individuos, del hogar, de la nación y de la humanidad, sino hasta qué punto degrada el sentido de la razón.
Entre los críticos están los padres de familia, obligados a velar porque sus hijos no sean perjudicados por el bombardeo incontrolado de mensajes negativos. También todo ciudadano, porque tiene derecho a velar por los intereses de la sociedad.
Cabría preguntar, a la inversa, “a cuenta de qué” tendríamos que admitir la defensa absurda de los programas de televisión y la justificación de su naturaleza y de sus efectos perjudiciales.
¿Qué cuál es el fundamento para evaluar la calidad de la televisión?  Sencillamente una buena dosis de racionalidad, ponderando en qué medida éste o aquel programa contribuye al ascenso del hombre en la escala de los valores; ponderando en qué medida se debe admitir que la insinuación o la prédica de la mediocridad en el comportamiento, de la superficialidad en los juicios, de la irresponsabilidad en los procedimientos, de la ligereza en las concepciones, del irrespeto en las relaciones, del uso de la violencia, de la distorsión de los conceptos y de la jactancia en el mal y en la crueldad, pueden ser admitidos por la razón.
Choca con la razón que quienes dicen luchar contra el consumo de drogas, caigan en la contradicción de que ellos también sean drogadictos, pues se apegan en tal grado a la televisión que terminan atontados, haciendo de su subconsciente todo un depósito de criterios de estupidez que, sin darse cuenta, aplican en sus relaciones familiares,  laborales y ordinarias. Relaciones éstas donde suelen formularse planteamientos absurdos y donde se proponen soluciones más absurdas aún.
Si de alguna manera debieran sintetizarse los efectos racionalmente negativos de la televisión, cabría usar el término estupidez: la televisión nacional e internacional, es un factor estupidizante; embota la capacidad de razonamiento y distrae en lo substancial.
La estupidez se proyecta hacia los televidentes acríticos, como mediocridad en el enfoque de la vida, en la concepción de los valores, en la forma de resolver los problemas y  como superficialidad en los juicios y en la búsqueda de la verdad, si es que la verdad les interesa.…

sábado, 21 de julio de 2018

EL LIBRO HECHO DE LUZ. CUENTOS DE LA TROJA. Juan José Bocaranda E


EL LIBRO HECHO DE LUZ.
CUENTOS DE LA TROJA.

Juan José Bocaranda E

Me sumergía en mis pensamientos cuando un anciano se sentó en el mismo banco del parque donde yo estaba. Apenas lo hizo comenzó a decirme, sin preámbulo alguno, como si se tratase de reanudar una conversación entre viejos conocidos:

“Trabajé durante treinta años en la administración pública. Ahora estoy jubilado. Mis tres hijos constituyeron sus hogares y vivo sólo con mi esposa. Tengo tiempo de sobra para pensar y me resulta inevitable remitirme al pasado, aunque no falta quien diga que uno no debe pensar en el ayer porque ya pasó ni el futuro porque no ha llegado. Pero para mí los tres tiempos son importantes. Porque del pasado debemos extraer experiencias para el presente, que será futuro”.

Tomó un breve descanso. Luego agregó:

“Pensando en el pasado, he levantado un inventario de las personas que conocí, algunas de las cuales viven aún. Como en el Evangelio, he colocado algunos pocos a mi derecha, porque me traen buenos recuerdos, y la inmensa mayoría a mi lado izquierdo. Y hasta he llegado a construir en mi mente dos libros: un libro hecho de luz, en el que merecen estar aquellas personas que, vivas o muertas, me resultaron espiritual o moralmente beneficiosas, y un libro negro, escrito con las sombras de quienes me causaron el mal o trataron de hacerlo.
La razón fundamental  que me conduce al libro de luz, es la amistad sincera. La razón de ser del libro de las sombras es la traición, que implica egoísmo, odio y envidia.
Cuando, recostado sobre mi “almohada filosofal” tardo en coger el sueño, o cuando me desvelo,  repaso la lista de la luz, tomando en cuenta el rasgo esencial de cada hecho, es decir, del motivo esencial de los buenos recuerdos. Llego a la conclusión de que me agradaría sobremanera reencontrarme con esos amigos para dar calor a la amistad  y complacerme en el hecho de que estoy recibiendo de ellos un beneficio indescriptible moral o espiritual, como ya dije. Y ello me resulta tanto más deseable cuanto veo la calidad moral de quienes ahora nos rodean: seres que se creen humanos, pero saturados de egoísmo, malas intenciones y el deseo de sacar el mayor provecho material o pecuniario a los demás, con una voracidad propia de tiempos tenebrosos.
En medio de mi fantasía, según se me califique, supongo que algún día, en ese mar del misterio que es la vida aquí o en el más allá, volveré a encontrarme con esas personas –hombres o mujeres- que me traen los buenos recuerdos y que por ello merecen, en lo que a mí toca, formar parte de mi libro hecho de luz.”

De pronto dejó de hablar y desapareció sin despedirse ni esperar respuesta. Sin embargo, no me sorprendí  porque en realidad el anciano era yo mismo, inmerso en las profundidades de mi yo, donde vibra la razón o se agita la locura.


sábado, 14 de julio de 2018

EL HOMBRE QUE SÍ PASÓ DE LA PUERTA. CUENTOS DE LA TROJA. Juan José Bocaranda E


EL HOMBRE QUE SÍ PASÓ DE LA PUERTA.
CUENTOS DE LA TROJA.
Juan José Bocaranda E

-Nadie, salvo el propio Dios, puede conocer los designios de Dios- comenzó diciendo aquella tarde el conocido gurú Rajalarrana Ya, de Calcuta, quien agregó:
En el Reino del Misterio, donde se planifica el curso de los mundos y se traza el destino de los hombres,  existe una puerta por la que entra, no quien quiere sino quien puede....

Hace mucho mucho tiempo, un abogado fue nombrado juez de un humilde municipio de la región de Lajastarán. Sus enemigos, tan absolutamente gratuitos como infinitamente abyectos, forjaron y mantuvieron una especie de consigna, de vaticinio, de miserable deseo de fracaso y humillación, diciendo por doquier: “Vigena jamás pasará de la puerta”.

Pero pocos años después, por cuestiones del destino, Vigena pasó a ejercer cargos docentes y judiciales de alto nivel, hasta que se jubiló, porque quiso, cuando quiso y como quiso. Así, pues, no sólo "pasó de la puerta", sino que también fue invitado a tomar asiento en la sala principal del Palacio,  para dialogar con calificados conocedores de las leyes y rectores del alto gobierno;  y así mismo fue invitado al comedor,  donde pudo degustar los mejores platos de la casa, hasta que se hartó.
En cuanto a sus enemigos, carcomidos por la envidia, fueron cayendo al charco sin haber “pasado de la puerta”. Simples hojas secas, que el viento arrastra por el lodo y todos pisan...
Es que nadie, salvo el propio Dios, puede conocer los designios de Dios. En el Reino del Misterio, donde se planifica el curso de los mundos y  se traza el destino de los hombres,  existe una puerta por la que entra, no quien quiere sino quien
puede...Y si puede es porque lo merece...

Finalmente les dijo: el que ríe de último carcajea mejor...