PARABoLAS PARABoLANTES.
CUENTOS DE LA TROJA DOS. JUAN JOSÉ BOCARANDA E.
PARABoLAS
PARABOLANTES: EL CIEGO QUE NO QUERÍA OÍR. EL
REBAÑO HAMBRIENTO. DOS VECES…
Quien no esté dispuesto a pararle a las parabOlas, jamás podrá
parabolear
EL CIEGO QUE NO QUERÍA OIR
No hay peor ciego que el que no quiere oír.
Los discípulos se le acercaron. Uno de ellos le preguntó por qué era tan
difícil que la gente se abriera a la verdad, haciendo difícil la salvación. El
le respondió:
Un ciego y un sordo se encontraron en el camino y acordaron ayudarse
mutuamente para compensar sus deficiencias. Pero, cuando el sordo, por más alta
que extendiera la voz, trataba de advertirle de los obstáculos del camino, el
ciego se empeñaba en caminar con total independencia, por lo que dejó los
uñones de los pies entre los peñascos. Sin embargo, persistía en la actitud de
rechazo. Así, pues, no hay peor ciego que el que no quiere oír.
Y prosiguió diciendo:
Un ciego y un sordo se pusieron de acuerdo para ayudarse en el camino.
Pero cuando el ciego esperaba que el sordo le dieran las orientaciones, el
sordo se cubría los ojos para no ver. Así, pues, no hay peor sordo que el que
no quiere ver.
Por todo esto, el ciego y el sordo terminan en el hoyo y caen en el…merdolero…
EL REBAÑO HAMBRIENTO
Ustedes no me siguen por amor a la verdad. Sólo les interesa llenarse la
panza y echarse a dormir
Pedro se atrevió a interrumpirle en plena oración, notoriamente
preocupado:
-Maestro, disculpe, pero sucede que los centenares de tipejos de
siempre, que nos han seguido durante todo el día, están balando de hambre y …
-Pregúntale a Judas cuánto dinero queda en las alforjas
-Maestro, por estos andurriales del calambrio no hay ni un solo
mercachifle malparido que siquiera venda algunas malas empanadas…Y aunque el
lugar estuviese más poblado que las playas de Acapulco, el dinero no
alcanzaría, aunque Judas cargara todo un Banco en las mochilas. Es tal el
gentío…Además, la hiperinflación, que a los pobres nos joroba la paciencia y
nos empuja a..
-¡Cuidado con lo que vas a decir, Perucho! .¡Bendito el Padre que está
en los Cielos!..!Domínate!. Entonces tráeme una cesta con panes y pescados, que
yo veré qué hago.
Le trajeron lo pedido, y Pedro le dijo:
-Son cinco panes y tres míseros chorroscos, Maestro, que no alcanzan ni
para medio gato…y…
-¡Ojooo!…¿Otra vez, Perucho? !Detén la lengua, deslenguado!
Y extendiendo las manos sobre los cinco panes y los tres pescaduchos,
los multiplicó en tal cantidad, que hasta sobró mucha comida.
Uno de los malandros colado en la multitud, eructando de tanta hartura,
con voz aguardentosa se atrevió a decir con la mayor desvergüenza: jajajaaaa lo
que sobra me lo dan a mí, para revender una parte a punta de dólares, en el
mercado de “los bachaqueros”,y llevarle el resto a mi familia y decirle a mi
mujer que todo lo compré con una larga jornada de trabajo, jaaa,jaaaa...
El Maestro le arrojó una mirada fulminante, como si mirase a una
cucaracha, y le dio la espalda.
Siendo ya muy de noche, todos se acomodaron para dormir. Cuando reinó el
silencio el Maestro hizo llamar a los discípulos y navegaron al otro lado del
Lago, pues deseaba entrar en oración en la mayor tranquilidad.
Pasadas pocas horas, se despertaron algunos de la multitud y enterados
de que el Maestro y sus discípulos habían partido, todos decidieron seguirlos.
Algunos se fueron en barcas que robaron aprovechando la oscuridad. La mayoría
tuvo que dar un largo rodeo a pie.
Entrada la mañana, Pedro le informó. Entonces el Maestro ordenó que los
reunieran y, cuando esperaban el desayuno que él seguramente les regalaría a
todo dar, con panes tostados, jamón serrano, queso fino, mantequilla, mermeladas,
café con leche y una buena jarreta de jugo de naranja, se cayeron de un elevado cocotero cuando les
gritó:
-¡Sinvergüenzas, aprovechadores…¡RASPINGFLAY! ¿Creen que voy a
mantener su descaro? ¡Vayan a trabajar, carajetes…Ustedes no me siguen por amor
a la verdad. Sólo les interesa llenarse la panza y echarse a dormir.! Ladremma!…
Entonces reaccionaron con violencia. Le arrojaron ellos mismos e incitaron a sus
hijos y a sus mujeres para que le lanzaran puñados de arena, basura, piedras y muchos
improperios, jurando vengarse y decididos a votar por Barrabás cuando llegaran
las elecciones…
DOS VECES…
EL que cae en el mismo hueco más de dos veces no merece salir de él
Luego, habiendo salido del Templo, donde todos habían orado y elevado el
humo de los sacrificios en el altar que con celo cuidaban los sacerdotes, el
Maestro llevó a los discípulos al lugar del río que frecuentaban.
Allí les dijo:
Hubo una vez un paralítico que pidió a Dios un milagro: que pudiera
caminar normalmente, sin muletas, pues no podía trabajar y vivía sólo de la
caridad pública.
Dios le respondió:
Perdiste las piernas porque no les diste buen uso. Las utilizaste para
el mal. Asaltabas en los caminos, corrías detrás de las víctimas para
maltratarlas y robarles y, en fin, tus piernas eran para ti un instrumento de
perversidad. Por eso tuviste aquel accidente cuando caíste del caballo después
de atropellar a una pobre viuda.
-Ya lo sé, Señor. Estoy consciente de que todo fue un castigo por mi mal
comportamiento. Juro que eso no volverá a ocurrir. Utilizaré las piernas sólo
para el bien.
Al día siguiente, el paralítico se levantó y anduvo sin muletas. Como ya
no las necesitaba, las arrojó por un barranco.
Tiempo después se oyó decir que en los caminos alguien maltrataba a los
viajeros y les robaba todo cuanto tenían.
Era el mismo sujeto, quien rodó por un barranco y fue a caer justamente
sobre las muletas que tiempo atrás había desechado.
Uno de los discípulos preguntó:
-Maestro, ¿Qué haría usted con una persona a la que Dios dio una
oportunidad y no la aprovechó para el bien?
El Maestro, elevando la mirada al Cielo, le respondió.
¿Que qué haría yo? Pues decirle “ahora jódete…”
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