miércoles, 9 de septiembre de 2015

NOCUENTO SOSO LA CONCIENCIA DE UN ZAPATO Juan Josè Bocaranda E

NOCUENTO SOSO
LA CONCIENCIA DE UN ZAPATO
Juan Josè Bocaranda E




NOCUENTO SOSO
LA CONCIENCIA DE UN ZAPATO
Juan Josè Bocaranda E
Soy la ruina de un zapato viejo, triste, enfermo, y, sobre todo, despojado de fe, esperanza y caridad y de otras virtudes, excepto la humildad, que practico porque no me queda otro remedio...
Una mañana una señora me tratò con extraña amabilidad: me levantò no sin asco, por la punta del trozo de trenza que me quedaba, me colocò casi frente a su nariz y la escuchè decir:
“!Ay, ay! ¿Còmo es posible que haya seres humanos capaces de desestimar la perfección? Este humilde zapato tan maltratado fue perfecto un dìa, y todavía sigue siendo perfecto en el mundo de las esencias de Dios, que no genera sino perfección. Làstima que un solo zapato no haga montaña”… y me arrojò de nuevo al lodazal. Pero, yo me aferrè a sus faldas con la esperanza y le gritè, le gritè “Señora, no me abandone, apiádese de mì, sàqueme… de la pobreza”.
Ya se largaba… Pero le chirriaron los frenos de potencia dejando marcadas las llantas sobre el pavimento, al escuchar la palabra pobre, y mirándome desde allà arriba, me increpò como terrible deidad¨:
“!La pobreza no existe!. Lo que hay es riqueza y prosperidad, porque los tiempos de Dios, como su obra, son perfectos. La pobreza es apariencia de falta de dinero, apariencia de falta de recursos, apariencia de falta de ropa y de comida, apariencia de falta de hogar…”
Me rebozò el corazón de alegre esperanza. Le implorè que me enseñara a salir de ese horrible montòn de simples apariencias, para ver, para sentir la riqueza y la prosperidad.
La buena señora se apiadò de mì. Me tomò con una hoja de periódico para no ensuciarse las manos y me llevò al corral de su casa y me arrojò  muy cerca de la casucha del perro, que por cierto despedía una apariencia de  perfecta y agradable hediondez de  cacas y orines.
Allì me dijo:
-Ya que tienes el deseo de aprender, te darè algunas lecciones de metafísica. Pero debes estar dispuesto a aceptar todo, absolutamente todo lo que yo te diga, sin dudar ni por un instante. Es màs, debo recalcarte que si recibes estas lecciones y después dudas, debido a las circunstancias, te caerà encima  una “pava” peor, es decir, una avalancha de cosas no perfectas que aunque no son castigos sì se dejan sentir: se trata de simples pruebas para tu fe, lecciones de vida placentera. Si flaqueas, ten la seguridad de que tu apariencia de pobreza será extrema. Asì, pues, tù decides: o te marchas ya, privándote de estas valiosas enseñanzas que estaban programadas para tì desde hace miles de años, pues nuestro encuentro no ha sido casual sino causal… o recibes las lecciones para llegar a la perfección. Queda en tus manos. Tù decides.
-¡Caramba, señora!. Estoy tan perfectante acogotado por la ausencia de riqueza, que correrè el riesgo, pues mayor miseria que la soportada por mi hasta ahora, no tiene grado inferior. Yo lleguè al fondo de la fondedera.
-Està bien. Comencemos.Relàjate y haz respiraciones profundas para aprehender el prana. Cuando ya te sientas mareado y que todo te  dè vueltas, repite conmigo “Mi pobreza es aparente y transitoria. Mi mente comienza a ser iluminada por el conocimiento. Mi corazón està siendo fortalecido por la fe y mi voluntad se fortalece por la determinación de prosperar y alcanzar la riqueza.
De ahora en adelante tendrè conciencia de rico. Cuando encuentre en un basural un muslo de pollo podrido, verè en èl un cuarto de faisàn fresco y ricamente aderezado. Cuando tenga hambre y no encuentre alimento, tendrè conciencia de riqueza y de prosperidad. Cuando no tenga dònde protegerme de la lluvia, tendrè conciencia de riqueza y prosperidad. Cuando no tenga con què cubrirme las desvegûenzas, pensarè como piensan los ricos cuando las tienen extremadamente calientes, y…y…y…”
Para no dilatar la paciencia de los amables lectores –si es que los hay-  resumirè diciendo que me marchè de aquel lugar pleno de felicidad; que practiquè las respiraciones con  todo el ritual; que repetí letra a letra los decretos que había memorizado no sè còmo con tanta hambre. Pero, también debo decir  que todo fue absolutamente inútil. Lo único que logrè fue reventar por el esfuerzo las últimas costuras, hasta dejar la última zuela en las calles. Sigo siendo tanto o màs pobre que antes, pero con la seguridad que me brinda mi conciencia de que, primero, toda pobreza es transitoria, puesto que no hay mal que dure cien años, de los cuales me quedan muy pocos; y, segundo, de que en este mundo inmundo todo es apariencia, excepto el hambre, la inmundicia, la inhumanidad y la  muerte…
Disculpen que les haya contado este nocuento de factura tan sosa, tan insulsa, tan pendeja como estas dos cosas... Pero es que el hambre empuja la habladera…




Nota bene o p.d.
En este nocuento la pobreza del zapato es tan intensa, que se atraviesan las zzzz a cada rato. Por eso aparece, p.e. la palabra “zuela” en lugar de “suela”…Porque asì son las “zuelas” de la miseria.



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