NOCUENTO SOSO
LA CONCIENCIA
DE UN ZAPATO
Juan Josè Bocaranda E
NOCUENTO SOSO
LA CONCIENCIA
DE UN ZAPATO
Juan Josè Bocaranda E
Soy la ruina de
un zapato viejo, triste, enfermo, y, sobre todo, despojado de fe, esperanza y
caridad y de otras virtudes, excepto la humildad, que practico porque no me
queda otro remedio...
Una mañana una
señora me tratò con extraña amabilidad: me levantò no sin asco, por la punta
del trozo de trenza que me quedaba, me colocò casi frente a su nariz y la
escuchè decir:
“!Ay, ay! ¿Còmo
es posible que haya seres humanos capaces de desestimar la perfección? Este
humilde zapato tan maltratado fue perfecto un dìa, y todavía sigue siendo
perfecto en el mundo de las esencias de Dios, que no genera sino perfección.
Làstima que un solo zapato no haga montaña”… y me arrojò de nuevo al lodazal.
Pero, yo me aferrè a sus faldas con la esperanza y le gritè, le gritè “Señora,
no me abandone, apiádese de mì, sàqueme… de la pobreza”.
Ya se largaba…
Pero le chirriaron los frenos de potencia dejando marcadas las llantas sobre el
pavimento, al escuchar la palabra pobre, y mirándome desde allà arriba, me increpò como terrible
deidad¨:
“!La pobreza no
existe!. Lo que hay es riqueza y prosperidad, porque los tiempos de Dios, como
su obra, son perfectos. La pobreza es apariencia de falta de dinero, apariencia
de falta de recursos, apariencia de falta de ropa y de comida, apariencia de
falta de hogar…”
Me rebozò el
corazón de alegre esperanza. Le implorè que me enseñara a salir de ese horrible
montòn de simples apariencias, para ver, para sentir la riqueza y la
prosperidad.
La buena señora
se apiadò de mì. Me tomò con una hoja de periódico para no ensuciarse las manos
y me llevò al corral de su casa y me arrojò
muy cerca de la casucha del perro, que por cierto despedía una apariencia de perfecta y agradable hediondez
de cacas y orines.
Allì me dijo:
-Ya que tienes
el deseo de aprender, te darè algunas lecciones de metafísica. Pero debes estar
dispuesto a aceptar todo, absolutamente todo lo que yo te diga, sin dudar ni
por un instante. Es màs, debo recalcarte que si recibes estas lecciones y después
dudas, debido a las circunstancias, te caerà encima una “pava” peor, es decir, una avalancha de
cosas no perfectas que aunque no son castigos sì se dejan sentir: se trata de
simples pruebas para tu fe, lecciones de vida placentera. Si flaqueas, ten la
seguridad de que tu apariencia de pobreza será extrema. Asì, pues, tù decides:
o te marchas ya, privándote de estas valiosas enseñanzas que estaban
programadas para tì desde hace miles de años, pues nuestro encuentro no ha sido
casual sino causal… o recibes las lecciones para llegar a la perfección. Queda
en tus manos. Tù decides.
-¡Caramba,
señora!. Estoy tan perfectante acogotado por la ausencia de riqueza, que
correrè el riesgo, pues mayor miseria que la soportada por mi hasta ahora, no
tiene grado inferior. Yo lleguè al fondo de la fondedera.
-Està bien.
Comencemos.Relàjate y haz respiraciones profundas para aprehender el prana.
Cuando ya te sientas mareado y que todo te
dè vueltas, repite conmigo “Mi pobreza es aparente y transitoria. Mi mente
comienza a ser iluminada por el conocimiento. Mi corazón està siendo
fortalecido por la fe y mi voluntad se fortalece por la determinación de
prosperar y alcanzar la riqueza.
De ahora en
adelante tendrè conciencia de rico. Cuando encuentre en un basural un muslo de
pollo podrido, verè en èl un cuarto de faisàn fresco y ricamente aderezado. Cuando
tenga hambre y no encuentre alimento, tendrè conciencia de riqueza y de
prosperidad. Cuando no tenga dònde protegerme de la lluvia, tendrè conciencia
de riqueza y prosperidad. Cuando no tenga con què cubrirme las desvegûenzas,
pensarè como piensan los ricos cuando las tienen extremadamente calientes, y…y…y…”
Para no dilatar
la paciencia de los amables lectores –si es que los hay- resumirè diciendo que me marchè de aquel
lugar pleno de felicidad; que practiquè las respiraciones con todo el ritual; que repetí letra a letra los
decretos que había memorizado no sè còmo con tanta hambre. Pero, también debo
decir que todo fue absolutamente inútil.
Lo único que logrè fue reventar por el esfuerzo las últimas costuras, hasta
dejar la última zuela en las calles. Sigo siendo tanto o màs pobre que antes,
pero con la seguridad que me brinda mi conciencia de que, primero, toda pobreza
es transitoria, puesto que no hay mal que dure cien años, de los cuales me
quedan muy pocos; y, segundo, de que en este mundo inmundo todo es apariencia,
excepto el hambre, la inmundicia, la inhumanidad y la muerte…
Disculpen que
les haya contado este nocuento de factura tan sosa, tan insulsa, tan pendeja
como estas dos cosas... Pero es que el hambre empuja la habladera…
Nota bene o p.d.
En este nocuento la pobreza del zapato es tan intensa, que
se atraviesan las zzzz a cada rato. Por eso aparece, p.e. la palabra “zuela” en
lugar de “suela”…Porque asì son las “zuelas” de la miseria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario