sábado, 25 de julio de 2020

POR FIN…¿QUIÉN MANDA? BREVES SERMONES DEL PADRE BONETE. CUENTOS DE LA TROJA DOS. JUAN JOSÉ BOCARANDA E.




POR FIN…¿QUIÉN MANDA?
BREVES SERMONES DEL PADRE BONETE

El conocido Padre Bonete, párroco de un pueblo perdido en el infinito de un país cubierto por las sombras, solía sermonear en forma breve, porque así -enfatizaba- “las ideas penetran directamente, sin desviaciones y sin sujetarse a una tergiversación inconveniente”. Por eso en muchas ocasiones recurría a las parábolas, algunas de su propia cosecha tal vez no muy profunda, pero sí indiscutiblemente sincera.

LOS DOS CAMINOS
Dos hermanos tomaron caminos absolutamente contrarios. El que nació primero, apenas salió del vientre, arrojó con los primeros balidos cierto halo de inclinación perversa que habría de desatar con el transcurso de los años. El segundo reflejó una innegable promesa de bondad y altruismo que hubiese dejado anonadados de gozo a los jueces del santoral.
En rápidos platos: el primero se dedicó al mal y todo le salió bien, el segundo se dedicó al bien y todo le salió mal.
El malo tuvo a su alcance, con facilidad asombrosa, organizar una banda criminal con la que logró riqueza y felicidad durante largos años, hasta que murió risueño rodeado por su mujer, sus hijos, sus nietos, biznietos y tataranietos.
El bueno pretendió formar un grupo dedicado a la caridad, pero no halló eco, y murió en una zanja, triste y miserable. Por eso yo pregunto:
¿quién puede entender las contradicciones de Dios sino el propio Dios?.
¿cuáles son los planes de Dios para el hombre, si es que los tiene?
¿qué opina cada uno de ustedes de todo esto?

 PROSTIPUCIÓN
En aquel mísero poblacho toda verdad era asumida como mentira y toda mentira valorada como verdad. Este principio operaba en todo y para todo: las leyes eran concebidas, elaboradas y aprobadas bajo ese principio; la justicia, intrínsecamente podrida, estaba en manos de jueces que debían prestar juramento de lealtad a la mentira, al engaño y a la manipulación; el fundamento de autoridad era la fuerza; todo “tenía que” parecer perfecto, so pena de muerte….
La población se sometía a los desmanes, y no pocos ciudadanos se ofrecían para colaborar en la perpetración de los mayores crímenes a cambio de un plato de chicharrones.
Era, pues, un lugar ejemplarmente feliz, donde al parecer Dios mandaba pero el Diablo  tenía la última palabra…
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Pero las cosas no se quedaban así: Bonete interrogaba a los presentes para establecer si había desperdiciado tiempo y saliva hablando a gente que asistía a la iglesia más por el qué dirán si no voy, que por el deseo de encontrar a Dios.
La inmensa mayoría resultaba aplazada y los aplazados juraban no regresar jamás a la iglesia mientras siguiera como párroco el padre Bonete, quien tuvo que vérselas con el señor obispo…aunque todo esto es cuento de otro costal…


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